miércoles, 17 de agosto de 2011

Héros

Podría ser divertido, pero no lo es. Están demasiado preocupados.

-Eri, s’il vous plaît, no te castigaremos, de verdad que no. Por favor, dinos dónde esta tu hermana.

-Je ne sais pas, maman.

Mamá es Wendy. Siempre la llamo Wendy. Menos cuando quiero que sepa que hablo en serio. Estoy empezando a enfadarme. No, no lo sé. No se donde se ha metido la niña boba esa. Y quiero alegrarme de que haya desaparecido ¿por qué no puedo alegrarme? No lo consigo. Eso hace que me enfade mucho más.

-Eridani, más te vale decírnoslo.

-Papá, JE. NE. SAIS. PAS.

Papá es Peter, el capitán Peter Pan. A mi también me gustaría serlo. Cuando estoy enfadado con él le llamo papá porque se que le gusta menos que capitán Peter Pan. Él no me cree. Wendy empieza a darse cuenta de que no miento, pero es que ella me conoce mejor. Y Peter… Me gusta jugar a fastidiarle sin que Wendy se entere. Porque quiero todo lo que él tiene. Algún día, yo seré el capitán Peter Pan.

Una de mis formas favoritas es robarle a Wendy. Cuando están mucho rato juntos entro gritando que he visto piratas. O me caigo para que Wendy venga a curarme con un beso en la rodilla. O le enseño plumas o rocas raras que he encontrado explorando. También me gusta levantarme antes que ellos para meterme en su cama y abrazarme a Wendy sin desperarles. Me gusta la cara de fastidio que pone Peter cuando se despierta y me ve pegado a ella. Pone los ojos en blanco y murmura cosas en plan “Otra vez tú” o “¿No vas a dejarme nunca a solas con ella?” Y yo niego con la cabeza, feliz por haberme adelantado.

Antes todo era incluso más divertido. Pero entonces tuvo que nacer el incordio ese. Y desde que nació empezó a acaparar a los dos: A Wendy y a Peter. Y a los mellizos. Y mi espacio. Y todo. No me gusta. Nunca me ha gustado. LA ODIO. Y por eso no me creen cuando les digo que esta vez no se donde está.

Vale, se que otras veces la he liado. Como aquella vez que le rapé todo el pelo para que viesen todos lo feísima que es. O cuando intenté tirarla por la ventana, pero la maldita niña tuvo que montar tal escándalo desde que la saqué de la cuna que Peter llegó justo cuando la lanzaba, y logró parar la caída con un hechizo.

Aunque la vez más divertida fue cuando la metí en la chimenea con polvos Flu y la mandó a Francia. Tardaron todo un día en traerla de vuelta y aunque estuve un mes castigado sigo pensando que mereció la pena. Es mi juego favorito: Hacer desaparecer a Wally. ¿No quieren que aprenda magia? Pues que me dejen jugar con ella. Es difícil, cada vez tienen más cuidado. Tengo que llegar hasta ella cuando esta sola sin que me vean Peter, Wendy, los mellizos ni los elfos. Pero yo soy cada vez más listo. Y merece la pena.

Pero ahora esa cosa tonta ha desaparecido y por primera vez yo no tengo nada que ver. Y por si fuera poco que me echen a mí las culpas ni siquiera puedo alegrarme. Me siento mal. ¿Por qué?

Peter y Wendy por fin se dan cuenta de que no es mi culpa.

-El mar, quiza haya ido a nadar y…-Wendy esta muy asustada.

-Quédate en casa por si vuelve. Yo voy a la playa.

-Voy contigo.

Que esa tonta consiga que Wendy esté dispuesta a ir al mar para buscarla me pone enfermo, pero sigo sin poder alegrarme de que se haya ido cuando me dejan por fin solo. Los mellizos estás registrando el bosque por segunda vez. Que tontería, Wally nunca iría sola al bosque. Yo la conozco mejor que nadie. La he espiado y vigilado muchísimo tiempo. Le gusta ir a tirar piedras al mar desde el acantilado cuando quiere estar sola. Ya lo han revisado, pero yo soy el mejor explorador de Nunca Jamás. Creo que iré a buscar alguna pista.

Es de noche, y la luna alumbra muy poco el camino. Sólo alguien realmente valiente se atrevería a venir aquí solo. Puede que caiga por el acantilado y me mate. Pues si me mato les estaría muy bien empleado a todos, por dejarme solo y sin preocuparse por mí. Todo es culpa de Wally. Siempre me quita todo. Lo peor fue un día que cuando iba a colarme en el cuarto de Peter y Wendy me la encontré allí durmiendo con ellos. La tiré de la cama, y ellos se despertaron y me castigaron. Tuve que destrozar todos sus juguetes para vengarme. Encima me volvieron a castigar, como si la culpa fuera mía. No te fastidia…

El acantilado esta oscuro, vacío y silencioso si no fuera por el mar. Camino un rato, pero esta vacío. Me siento mirando la luna. Estoy confundido ¿porqué me siento mal por no encontrarla? Entonces la oigo llorar. Agudizo la vista hasta verla, acurrucada entre unas piedras del acantilado, bajo mis pies. Le ha faltado poco, poquísimo, para no matarse. Ha tenido mucha suerte de caer en un recoveco entre esas piedras.

-¡Eh, llorica! ¿Te has caído?

Me mira asustada y sorprendida, dejando de llorar al instante. Tiene una herida con sangre en la frente y arañazos por la cara y los brazos. Además, su vestido esta roto. Parece aliviada de verme, pero también asustada. Asiente. Entonces hipa, y es tan raro ver a alguien así, tratando de estar serio y asustado hipar que me río a carcajadas.

-Mira que eres torpe, Wally. Y mira tu vestido… Wendy te va a matar.

Wally me mira sin responder. Esta temblando y algo se ablanda dentro de mí. Me tumbo en el suelo, agarrándome a una roca y tendiéndole la mano libre.

-¡Date prisa, tonta! Me estoy clavando las piedras y duele, sais-toi?

Aún duda unos momentos. No me extraña. Se pone de puntillas para alcanzar mi mano y se aferra a ella con fuerza. Tiro de ella. Pesa muy poco. Sus pies se elevan y cuelgan sobre el vacío.

Si la soltase ahora moriría. Y nadie sabría nunca que he sido yo.

Nos miramos. Voy a dejarla caer y lo sabe. Quiero hacerlo. Siempre he querido hacerlo. Lleva fastidiando desde el día que nació. Llevo queriendo que desaparezca desde antes de que naciera. La odio. Y su vida está en mis manos.

-¿Vas a dejarme caer, Eri?

No son sus palabras, ni su voz: Son sus ojos. Tiene unos ojos increíbles, azul grisáceo, parecen plateados. Quiero sus ojos. Quiero que esa mirada tan profunda que tiene sea mía. Creo que no puede ser casualidad que nunca haya logrado hacerle daño de verdad. Sólo alguien con esa mirada tan intensa podía saber lo que iba a hacer en cada momento y lograr ponerse a salvo a tiempo. Quiero que esa mirada sea mía, que me pertenezca. Sólo un niño tonto rompería sus juguetes más extraños, y yo no soy tonto. Tiro de ella con todas mis fuerzas hasta ponerla a salvo. Nos quedamos sentados en el suelo. Yo jadeando. Ella temblando.

-Creía… Creía que ibas a…

-No seas estúpida.-Mascullo poniendo los ojos en blanco. Ella rompe a llorar y me abraza. Yo dejo que lo haga. No me molesta, al contrario. Me siento bien. Me gusta que ella me abrace.

-Me has salvado.-Dice, mirándome con esos ojos de forma solemne.-Así que ahora te debo la vida.

-Lo sé. Ahora eres mía.-Ella asiente. Parece justo.

-Vale.

-Eres mía.-Repito. Me encanta como suena y ella también sonríe.-Y te prohíbo que vayas haciéndote daño por ahí. Tienes que tener cuidado.

-Vale.

Nos ponemos en pie y vamos hasta casa. Cuando lleguen los mayores voy a pedirles que hagan una fiesta. Me lo deben, por salvar a Wally. Ahora tienen que tratarme como un héroe. Después de todo, soy el explorador más valiente de Nunca Jamás.

1 comentario:

  1. Eridani, mi pequeño campanilla... Realmente él nunca podría ser una simple hada.

    Será el próximo capitán, y lo sabe.

    Es alguien demasiado extraordinario... tan extraordinario como si madre.

    Te amo, para toda la eternidad.

    R.A.B.

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