Siento cómo mis ojos se cubren de lágrimas cuando te miro.
Por fin, frente a frente.
Y pensar que hasta hace poco no sabía de tu existencia y ahora, al tenerte a unos centímetros siento que siempre te he echado de menos. Al mirarte es como si fuese recordando esos rasgos que nunca había visto pero me son familiares: Tu largo pelo gris, contrastando con unos rasgos aún muy jóvenes, que parecen un reflejo masculino de mi propio rostro. Tus ojos brillan con el color de la plata, en lugar de ser escarlata como los míos. Me alegro. Me alegra que tú no hayas tenido que esconderte como yo.
Tu cuerpo es más fuerte que el mío. Tu armadura tiene el emblema de los señores de la sombra, pero tu alma brilla con una pureza que pocas veces puede apreciarse en esa tribu. Entonces tú también has luchado sin descanso contra la marca de oscuridad que llevamos dentro ¿verdad? Tú también te has esforzado para que el pecado que nos hizo nacer no nos convirtiese en criaturas del Wyrm.
¿Estoy temblando? No, no lo creo. Al darme cuenta de que me duelen los pulmones y obligarme a tomar aliento descubro que estoy simplemente paralizada, incapaz de moverme, de dejar de recorrer tu rostro con mis ojos.
Quiero abrazarte. Quiero que hables para escuchar tu voz. Quiero preguntarte si sabías que yo existía, y porqué nunca me buscaste si lo sabías. Quiero saber todo de ti. Quiero que me prometas que no desaparecerás, que no eres un sueño. Seguimos inmóviles, mirándonos con cuidado. Como si fuésemos un espejismo que tenemos miedo de dejar de ver si pestañeamos.
-Albus.
Te grité una vez tu nombre, en sueños. Y tú me miraste sorprendido. Ahora sólo hay un brillo de emoción en tus ojos gris plata, pero no sorpresa.
-Maya.
Quiero derramar lágrimas de pura felicidad. A sí que tú también me has buscado y has averiguado mi nombre. Me pregunto qué haces aquí, en esta cima despiadadamente alta y gélida, en medio de la nada. Yo he venido a buscar la fe que necesito, es mi prueba. ¿Y tú? ¿También el destino te ha traído hasta aquí?
No tengo fuerzas para preguntarte nada. No tengo fuerzas para nada. Extiendo mi mano y tú la coges con la tuya. Cierro los ojos y sonrío.
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