Querido Regulus
Era una forma de escapar de allí, de lograr sentirse mejor en esa casa dominada por las sombras y el pánico: Escribir mentalmente cartas que nunca le mandaría. Porque no podía decirle cuánto se estaba arriesgando. No podía decirle nada del miedo que sentía cada vez que él estaba cerca o cada vez que Bellatrix intercambiaba algunas palabras con ella. Del escalofrío que sentía cuando empezaban a hablar de planes, de misiones. De la fuerza con la que le latía el corazón durante todo el rato que tenía que ir con ellos, aunque por suerte su papel siempre era muy secundario.
Mi amado Regulus. Ojalá pudiera estar de vuelta en nunca jamás. Ojalá nunca hubiese conocido al señor oscuro. Ojalá nunca hubiesemos formado parte de esta guerra. Casi todos tenemos miedo. Narcissa está pasándolo peor que nunca, también Lucius y Draco. Es muy cruel con ellos. Es cruel con todos, en Realidad, aunque Bellatrix le siga viendo como un heraldo oscuro. Es cruel. Es egoísta. Ojalá, ojalá nunca le hubiese conocido.
Deneb pasaba mucho tiempo ayudando a su prima a satisfacer a todos esos invitados. Algunos trataban a los Malfoy incluso con desprecio. Deneb hacía lo posible para consolar a Narcissa y ayudarla en todo. Además, era un alivio estar ocupada: Tenía menos tiempo para pensar y era más fácil pasar desapercibida. Aún así, todo aquel que terminaba reconociéndola (por suerte, no eran muchos) trataban de sonsacarla cómo había podido mantenerse tan joven, a veces de forma amenazante o violenta.
¿Sabes qué es lo bueno de haber pasado por Azkaban, ma vie? Para empezar, es una especie de mérito: No traicioné a nadie, así que soy de fiar. Y además, todos piensan que estoy un poco loca. Me tratan como si fuese alguna criaturita asustadiza. Y tonta también, estoy segura de que muchos piensan que soy una niña boba. Y una niña boba no podría guardar un secreto tan grande como el que yo guardo. Es bueno que crean que estoy loca y que soy boba. Es bueno que no me presten atención. Eso te pone a salvo.
Para los mortífagos, sólo era útil delante de una caldera, preparando pociones multijugos, para sanar heridas y similares. Hacerlas no podía compararse a cuando hacía sus pociones en su casa, en su sala de las pociones, donde a veces pasaba horas y horas por el mero placer de experimentar pócimas nuevas. Aquí siempre que le mandaban hacer algo era a contra tiempo, con desconocidos pululando a su alrededor y dándole consejos que no necesitaba.
Sólo uno había sido realmente amable. Se sentó a su lado mientras ella preparaba la poción y la observó mucho tiempo en silencio, como una sombra. Sin decir ni hacer nada.
-Eres muy hábil.
-Gracias.-Le miró de soslayo. Pelo oscuro. Nariz aguileña. Parecía cansado, un tipo de cansancio que Deneb estaba segura de que ella también transmitía. Cansado de todo. Con ganas de que todo eso terminase.
-Hablo en serio. Y más teniendo en cuenta lo joven que eres.
-Tengo treinta y seis años.-Él primero se sorprendió. Luego sonrió.
-Entonces eres aún más hábil de lo que imaginaba… No se tu nombre.
-Deneb Black.-Los ojos de él se oscurecieron.
-He oído hablar alguna vez de ti. Eras la prometida de Sirius Black.
-Prefiero que ni menciones ese nombre.
Él sonrió de nuevo. Entonces escucharon un alboroto y el hombre se fue a ver qué pasaba. Más tarde Deneb se arrepintió de no haberle preguntado su nombre.
Regulus, mon roi, ma vie… Cada vez estoy más segura de que no volveré a verte. Dentro de poco se desencadenará la guerra real y yo tendré que luchar. Soy torpe con la varita, tú lo sabes. Y no puedo, no estoy dispuesta a volver a matar aunque mi vida dependa de ello.
Regulus, mon coeur, no sabes cuanto me cuesta obligarme a permanecer lejos de ti. Pero es la única forma, lo único que puedo hacer si quiero que sigas a salvo. Él te torturaría hasta matarte. NO voy a permitirlo.
Bellatrix entró en el cuarto en el que ella se entretenía doblando a mano unas sábanas. Con ella entró un oscuro presentimiento. Deneb supo lo que pasaba antes de que ella dijese nada.
-¡Prepárate, Deneb! ¡Nuestra gran hora ha llegado! Vamos a cambiar la historia. ¡Vamos a cambiar el mundo! Y vamos a devolverle la gloria a nuestro apellido.
Una sonrisa lenta se extendió por los labios de Deneb. Una sonrisa triste y resignada. Al menos había terminado esa terrible espera.
Siento mucho no poder despedirme de ti. Es lo que más lamento. Pero tú sabes que te quiero. Tú sabes que no me importa demasiado morir si es por ti. Tú sabes que seguiré dedicándote cada latido de mi corazón, cada aliento, cada gota de sangre que derrame. Tú sabes que, si hay algo más, te seguiré amando más allá de la muerte.
Cuídate.
Je t’aime, à toujours.
Je suis à tous, à toujors.
Deneb.
Ma vie...
ResponderEliminarCómo se te pudo ocurrir el aparecer? Cómo se te ocurrió que te permitiría morir por mí? Nunca, eso nunca podría ocurrir
Si debemos morir, moriremos juntos.
Siempre juntos, mon coeur, siempre
Te amo, más que a mi propia vida.
Tuyo
R.A.B.