¿Cuántos años debían de tener? Revisó los pergaminos que tenía delante suya. Treinta y cinco años él. Treinta y seis ella. Pero en vez de sentir que estaba frente a dos adultos se sentía como si estuviese interrogando a dos adolescentes asustados.
Regulus mostraba de forma mucho más clara que estaba fuera de lugar. Parecía querer salir corriendo en cuanto él pestañease. La chica (Deneb, le recordó el pergamino, Deneb Black) no mostraba ninguna expresión. Su cara era una máscara de porcelana fina y calmada. Pero en sus ojos azules también centelleaba el miedo.
Carraspeó. Tenía que empezar el interrogatorio pero le costaba pensar en como sin soltar algo parecido a “¿No llevabas muerto cerca de veinte años?” Y para hacer más confuso todo, Harry Potter, el chico que había acabado con el señor oscuro había salido públicamente en su defensa, asegurando que gracias a ese hombre con apariencia de chiquillo con la marca tenebrosa había sido posible derrotar a quien-tú-ya-sabes.
Miró a la mujer, que podría haber pasado por estudiante de Hogwarts.
-¿Qué tal tus heridas?
-Bien, gracias.-Respondió cortésmente, como si le hubiera preguntado por el tiempo y no por las heridas que podrían haberla matado durante la batalla. Su voz tenía un marcado acento francés, que concordaba con los datos que él tenía sobre ella.
-De modo que vosotros dos lleváis fingiendo su muerte desde el principio.
Ella asintió. Regulus ni siquiera pareció escuchar la pregunta. De manera que casi podía ser casual, dejó caer su brazo hasta que el dorso de su mano quedó en contacto con el de su prima. No era casualidad. Desde que habían sido vistos, no habían roto el contacto físico entre ellos. Como si ambos lo necesitaran. De nuevo le asaltó la impresión de que eran niños asustados, sin querer soltarse la mano para no perderse en ese mundo de adultos.
-Bueno, señor Black.-Aunque señor era del todo inapropiado.-Lleva casi veinte años oficialmente muerto. ¿Podría explicarnos cómo se puso salvo?
Regulus buscó con los ojos los de su prima, que entrelazó sus dedos con los suyos. Empezó a hablar. Tenía una voz grave y suave. Regulus contó de forma resumida los motivos que le llevaron a traicionar al señor oscuro, auque no habló mucho de por qué había buscado su propia muerte. Regulus era quien hablaba, pero era ella quien le daba fuerzas, sosteniendo su mano.
-¿Es consciente de que, legalmente, debería haber avisado al ministerio? Le hubiésemos puesto protección y…
-En realidad fui yo quien le escondí.-Interrumpió Deneb. Tenía voz dulce y musical, de niña.-Lo que hice podría ser considerado secuestro. Así que la responsable fui yo.
Intercambiaron una mirada. La de Regulus era de protesta. La de ella era firme.
Moriría por él.
-Bueno, usted estaba con los mortífagos por aquel entonces. Fue juzgada y estuvo un breve periodo de tiempo en Azkaban.
Notó cómo se estremeció casi imperceptiblemente y en sus ojos volvió a brillar el miedo con intensidad. Asintió tratando de ocultar su miedo tras la máscara de indiferencia. Regulus estrechó su mano con más fuerza.
-Cuando hay una guerra, algunas personas pueden elegir el bando. Otras nacemos en uno.
-Eso no justifica los asesinatos.
-Deneb ya estuvo encerrada en el peor lugar del mundo por unos asesinatos que fue obligada a cometer.-Por primera vez, la voz de Regulus fue firme y, su mirada, amenazante.
Mataría por ella.
-Está bien, supongo que entonces ya pagó su deuda.
Ella acariciaba con el pulgar el dorso de la mano de Regulus, haciendo que la mirada de él se relajase y dejase de fulminarle para volver a encontrarse con la suya. Sus ojos oscuros se llenaban de ternura al mirarla. Estaba claro que su relación iba más allá de unos lejanos lazos familiares.
-¿Y en cuanto a la batalla de Hogwarts? Ha vuelto a unirse a los mortífagos.
-Cuando el señor oscuro te llama no tienes muchas opciones.-Contestó ella de forma sombría. –Supongo que de haber estado sola me hubiese arriesgado a desobedecer. Pero no podía arriesgarme a que le encontrase.
Mataría por él.
-Entonces, ¿Cuál era su plan al exponerse públicamente? Estaba echando a perder veinte años de tapadera.
-Yo no sabía que ella se estaba arriesgando tanto.-En su voz había un ligero tono de reproche y Deneb desvió su mirada.-Cuando me di cuenta fui detrás de ella.
-¿Sin más?
-No iba a permitir que muriese, costase lo que costase.
Moriría por ella.
Los ojos de ella brillaron. Sus manos seguían unidos. Sabía que, de estar solos, estarían abrazados.
Quedaban muchos interrogantes, muchas preguntas, pero no podía evitar sentir empatía por esos dos chicos, decididos a seguir siendo niños, aislándose del mundo que se había vuelto complicado y extraño para ellos. Dispuestos a defender a muerte algo tan simple y tan puro como su amor.
No es que sea muy agradable recordar aquellos momentos (la batalla, los interrogatorios, todo aquel espectáculo mediático lejos de nuestro adorado Nunca Jamás)
ResponderEliminarPero el mero hecho de saber que nunca te separaste de mí, que nuestras manos siempre estuvieron unidas...
Hace que recuerde lo mucho que te amo.
Je t'aime
R.A.B.