martes, 16 de agosto de 2011

Tu est à moi.

Hydra mira con recelo a su madre cuando les pide que se sienten con ella. Finalmente se sienta en el borde del sillón para conservar en todo lo posible la distancia que las separa. Arcturus, a pesar de tener un brillo de culpabilidad en sus grandes ojos oscuros se sienta en el regazo de Deneb y deja que le abrace. Deneb sonríe a Hydra, tratando de ocultarles mi propia preocupación y de relajar el ambiente.

-Bueno, ¿qué quieres?-Pregunta ella, impaciente.

-Antes de nada, quiero que sepáis que no estoy enfadada ni lo estaré si me contáis la verdad.-Explica con voz calmada.-Sólo me preocupo…

-Vale, sí. ¿Qué quieres?-Interrumpe de nuevo Hydra.

-¿Habéis estado jugando en mi sala de las pociones?

-No. ¿Podemos irnos ya?-Contesta la niña. Arcturus baja la vista, avergonzado.

-¿De verdad? Os prometo que no me enfadaré, pero necesito que digáis la verdad.

-¡Ya te he dicho que…!

-Estuvimos jugando allí, mamá.-Interrumpe Arcturus con voz arrepentida.-Sé que no debíamos. Lo siento.

-¡Arctie!-Protesta la niña, antes de poner los ojos en blanco bufando.-Esta bien, sí, lo siento.

-C’est bien.- ¡Pero cómo se os ocurrió la brillante idea! ¡Podíais haber tocado lo que no debíais y haberos matado!-Mes enfants… Tenéis que prometerme que no volveréis a jugar allí. Es muy peligroso. Podría haberos explotado algo, o hacer que yo hiciese un veneno al cambiar de bote los ingredientes. No volváis a entrar allí.

-¿Hemos hecho que te salga mal alguna poción, mamá?-Pregunta el niño.

-Me temo que si.

-¿Era importante?- No te haces una idea…

-Bastante, sí.

-¿Para qué era?-Inquiere Hydra, pero su hermano la ignoró, sin apartar sus ojos oscuros de los de su madre.

-¿Es por eso que papá se ha encerrado y no quiere vernos?

-Arcturus… No es que no quiera veros, no penséis eso. Os quiere. Mucho. Pero necesita tiempo y estar sólo para poder pensar con claridad.

-¿Va a pasar algo malo?-Pregunta Hydra realmente preocupada por primera vez. Incluso se dejó abrazar.

-No malo. Va a haber cambios y tendremos que adaptarnos. Lo haremos bien, mes petites, no os preocupéis.

-Vamos a ayudarte, mamá.-Deneb sonríe sorprendida. No recordaba la última vez que su hija le había llamado así y le acaricia la mejilla con ternura.

-Lo sé, chérie. Lo sé.

Hydra se fue. Antes de seguirna Arcturus se inclina sobre su madre para susurrarle al oído:

-Mamá…

-Dime.

-¿Cómo va a llamarse?

Deneb le mira boquiabierta. No es la primera vez que Arcturus le sorprende sabiendo mucho más de lo que debería saber. Sin ser realmente consiente contesta:

-Si es niña se llamará Wallburga… Aunque me gustaría que llevase el nombre de mi abuela. Si es niño… No lo sé.

-Será niña, entonces.-Responde Arcturus encogiéndose de hombros. Y sale del salón buscando a su hermana.

Cerró la sala de pociones con una cerradura mágica y se colgó la llave del cuello. Sólo por si acaso. Las noches se le hacen largas sin Regulus y los días agotadores, entre el calor, los niños y las nauseas. ç

Pero no es desesperante, no como cuando iban a nacer los gemelos que llegó a temerse que él la odiaba, incluso que la abandonaría. No, porque ya le conoce y sabe que él necesita su tiempo. Y sabe que, pase lo que pase, la quiere demasiado para marcharse. Y ese es un buen pensamiento para que la acompañe durante las largas y solitarias noches.

Regulus lo asumirá, tarde o temprano. Arcturus lo sabe y, por el esfuerzo en portarse bien que está haciendo su melliza, Hydra también. A los elfos no hace falta ni decírselo, ellos lo saben todo antes que ella. El único que vive ajeno a todo es el pequeño Eri, que aún no ha cumplido tres años y corretea a su alrededor, como un rayo de sol, parloteando en francés con un séquito de niños imaginarios. Sus primeras palabras fueron en francés, y cuando habla en inglés tiene el mismo acento marcado que su madre.

Deneb deja que pasen varios días antes de contarle nada al pequeño. Deja que pasen las horas jugando con él. Fingiendo ser una feroz piratesa que le persigue, le busca, le atrapa y le ataca con cosquillas. Cuando finalmente el niño queda exhausto en sus brazos y el sol tiñe de naranja y ocre el horizonte Deneb de acuna, le acaricia el sus suaves rizos dorados y le habla de los cambios que habrá en la isla de Nunca Jamás. Eri tarda un rato en responder. Cuando alza la cabeza hacia su madre sus ojos celestes brillan, furiosos.

-Non.

-Mais, mon pettit prince…

-Non.-EL brillo de sus ojos se intensifica, al borde de las lágrimas. Se abraza a su madre, con fuerza.-Tu es à moi!

-Oui mon petit, je suis à toi. Mais je suis aussi à Regulus, a Hydra et Arcturus, et à le nouveau petit enfant.

-Tuez-le.-Ordena el niño con expresión firme. Deneb tiembla. La voz dulce e infantil de Eri ordenándole que mate al futuro niño es demasiado para ella. Lo peor es la convicción del niño.

-Non.-Murmura, con voz firme. Eri rompe a llorar y entra en la casa corriendo. Deneb se queda sentada en el jardín, mirando la puesta de sol.

Es muy pequeño, pero sabe lo que me ha pedido. Quiere que le mate. Mi pequeño Eri quiere que mate.

Se sobresalta cuando alguien la abraza por detrás, besándola con suavidad en el cuello. Enseguida reconoce el olor de Regulus, el tacto de su piel, su forma de abrazarla…

-Perdóname. Siento dejarte sola. Lo odio, pero lo necesito.

Deneb sacude la cabeza. No puede culparle, es impensable. Se aferra a su abrazo.

-¿Cómo estás?

-Bien. Tranquilo. Contento. Enamorado. ¿Y tú?

-Bien.-Pero su voz tiembla. Regulus hace que gire para encontrarse con su mirada.

-¿Qué ha pasado?

-Eri quiere que le mate.-Mustió Deneb tragando saliva.

-Es el pequeño y le gusta serlo. Son celos, pero ya se acostumbrará.-Regulus la abraza. Pero tú no le has visto, Regulus. Sabía lo que me estaba pidiendo. Lo sabía, y lo quiere. Deneb aparta esos pensamientos porque le asustan. Trata de sonreír. Regulus la observa en silencio, como si hubiese olvidado sus rasgos y quisiera memorizarlos de nuevo. A ella le encanta que él la mire, que el la toque, la abrace… Le encanta ser aunque esa por un breve instante el centro de sus pensamientos.

Se besan. Primero despacio, reconociéndose de nuevo. Luego con más ímpetu, dejando que todo se borre de sus mentes salvo el calor del otro. El tiempo se difumina y el sol ya se ha puesto cuando se separan. Ella busca su mano. Regulus estrecha la suya y se dirigen juntos hacia la casa.

-Fueron los mellizos, ¿sabes? Estuvieron trasteando con mis pociones.

-Les tocará cuidar del pequeño, entonces.

-Me parece justo.

1 comentario:

  1. Ma vie...

    Mon coeur...

    Mon amour...

    Nuestros hijos nos controlan...

    y lo sabes

    Te ama, te adora, y te necesita

    R.A.B.

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