Deneb se sorprendió escuchándose cantar una cancioncilla alegre.
Lo maravilloso de descubrirte cantando así es darte cuenta de que eres feliz. Aun le quedaba un rato para terminar la cena. “¡Pescado!” Protestaría Hydra con una mueca de asco. Sólo tenía 7 años y ya tenía más experiencia en protestar y desobedecer que sus dos padres juntos durante toda su vida.
“No quiero pensar en cómo va a ser a los quince” Pensó Deneb, y a continuación: “No quiero que cumpla quince.”
Enmudeció al instante. Se quedó petrificada en medio del movimiento. Odiaba esos pensamientos. Odiaba desear esas cosas. Odiaba seguir pareciéndose a Camille. Le asustaba. Porque ella podía hacer que nunca creciesen, que se quedasen atrapados en esos cuerpecitos. Porque había estado muy cerca de condenarles.
“Nunca más. Se lo prometí a él, y a mi misma. Nunca más.”
Volvió a ponerse en marcha, colocando el pastel de frutos del bosque en la repisa de la ventana. La brisa del mar le trajo el sonido de risas. Cerró los ojos, sonriendo levemente. Podía distinguir cada una de ellas: Aguda e irregular de Hydra; suave, a borbotones e inocente de Arcturus; traviesa y aún muy infantil de Eridani; y la risa grave, ronroneante libre y conmovedoramente despreocupada de Regulus.
Deneb sabía que tenía una sonrisa tonta, pero le daba lo mismo. No había sonido más maravilloso que ese coro de risas mezclado con el sonido del mar.
-Señora, ¿puedo terminar la cena? La casa esta limpia y ordenada, no tengo nada mejor que hacer.
Deneb había perdido la cuenta de las veces que se había preguntado que sería de ellos sin Kreacher. Asintió agradecida. Salió por el porche limpiando sus manos en el delantal y rodeó la casa siguiendo el musical sonido de las risas, como si fuese un camino invisible de migas de pan. El sol pintaba de fuego el horizonte. Regulus y los niños tenían briznas de hierba en los cabellos y la ropa. Regulus daba vueltas en volandas a los dos mayores y luego los lanzaba. Había usado algún hechizo ya que ellos caían suavemente, como plumas, se reían tirados en la hierba y volvían corriendo pidiendo más. El pequeño Eri, en hombros de su padre, tenía una sonrisa desafiante y orgullosa por aguantar sin caerse cuando él daba vueltas. Hydra corría con las mejillas rojas y (Deneb suspiró) el vestido roto ondeando tras ella. Arcturus tenía también las mejillas encendidas y la miró con sus grandes ojos oscuros brillando como estrellas de azabache.
-¡Mamá!
-¿Mamá?-Regulus se giró hacia ella con mirada juguetona. -¡Las madres están prohibidas en Nunca Jamás! Nos obligan a hacer la cama y a comer cosas asquerosas, como repollo y pescado.
Deneb puso los ojos en blanco.
-¡Regulus!-Protestó.
-¿Regulus? ¿Habéis oido? ¡Decirle quien soy yo!
-¡El capitán Peter Pan!-Chillaron los tres niños al mismo tiempo.
-¡Vuestro capitán os ordena que capturéis a la que pretende ser una madre!
Los tres niños se lanzaron sobre ella gritando y riendo. Deneb se resistió un poco antes de dejar que la tirasen.
-¡Basta, basta! ¡No soy una madre, soy Wendy!
-¿Creéis que dice la verdad, mis valientes niños perdidos?
Arctutus asintió, Hydra negó y Eridani esperó a ver que hacían sus hermanos, y al no estar de acuerdo entre ellos escogió encogerse de hombros.
-¡Es cierto, soy Wendy!-Protestó Deneb, fingiendo estar enfadada.
-Demuéstralo.-Susurró Regulus entrecerrando los ojos, con una sonrisa irresistible.
-Bueno, yo… Yo tengo el dedal de Wendy, que sólo ella puede tener.
-¿Si? Enséñamelo.-Regulus se inclinó sobre ella. Sus ojos brillaban. Oscuros, alegres, soñadores, tierno. Deneb se incorporó, pasó su mano por su nuca y se alzó hasta que sus labios se encontraron.
Escuchó unos “¡Puag!” a su lado, y notó como los labios de Régulus se estiraban en una sonrisa. Él se separó un momento, acariciando sus mejillas antes de inclinarse sobre ella y volver a besarla.
-Creo que es mejor que sigas guardando el dedal, Wendy. Podría volver a confundirte en cualquier momento...
Solo puedo decir una cosa, Wendy Black...
ResponderEliminarAdoro sus dedales...
Repollo rules!! :DDD!
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