Querer a alguien, aunque fuese quererle con toda su alma, a veces no era suficiente.
Deneb había hecho todo lo posible por salvarle, pero era incapaz de ponerle a salvo de la oscuridad que el mismo llevaba encadenada a su alma. No podía protegerle de sus recuerdos. No podía hacer que sintiese de nuevo ganas de vivir. Ni siquiera ganas por abandonar su cuarto.
Seguramente, porque ella no era la persona indicada para salvarle. Si hubiera sido Sirius, Regulus estaría ahora completamente feliz. O uno de sus amigos con quien él pudiese realmente hablar. “Pero, sé realista, Deneb. Eres una familiar lejana que a penas conoce. Una cría que no es capaz ni de cuidarse a sí misma, que (¡por favor!)tiene miedo a dormir ¿y pretendes cuidar de él? ¡Pero si prácticamente le has secuestrado y le has condenado a no volver a ver a nadie! Lo normal será que se escape. Lo normal es que te odie.”
Ella le quería. No se había dado cuenta hasta que le encontró prácticamente muerto. Sólo cuando él estuvo a punto de dejar este mundo se dio cuenta de que todo perdería el sentido para ella si él se iba. Le quería. Le amaba. Le necesitaba. Fue por él por quien pudo seguir adelante después de que la forzasen a matar, fue su nombre lo único que hizo que no se volviera completamente loca en Azkaban, era él la razón de su vida. Y no podía hacer nada para que saliese de su cuarto.
Él no quería vivir, y eso la torturaba. Le aterraba ser incapaz de detenerle si él decidía dejar de vivir. Y si él no vivía, ella tampoco deseaba seguir respirando. Así de simple. Si él moría, ella también lo haría. No tenía ninguna duda con respecto a eso. Pero no soportaba ser testigo de se sufrimiento sin poder hacer nada por remediarlo.
Le hubiese gustado abrazarle como cuando eran pequeños. Le hubiese gustado acunarle, acariciar sus cabellos oscuros, susurrarle que todo acabaría bien. Pero Regulus estaba aislado en su cuarto, y sospechaba que en algún muy lejano a su propio cuerpo.
A través de la puerta de su dormitorio, Deneb le escuchó gritar en sueños. Apoyó la palma de la mano en la puerta de madera. Quería atravesarla, estar a su lado. Acariciarle. En lugar de eso acarició la madera y apoyó la frente contra la puerta.
Puede que para él no fuese mucho. Puede que para él ni siquiera fuese nada, que no le importase, pero todo lo que ella podía ofrecerle era estar allí, siempre, para él. Así que lo haría. Seguiría dedicándole cada instante de su vida, cada respiración, cada pensamiento, cada palpitar de su corazón. Por que ella vivía para él, había matado por él y moriría si él moría. Por que ella era suya, y le amaba.
Puede que a él no le importase. Puede que quererle así no fuera suficiente, pero su vida era todo cuanto podía darle. Y seguiría viviendo para él, aunque él no se diese cuenta. Para siempre.
Deneb...
ResponderEliminarTú eres la única a la que necesito de verdad, solo tú puede llenar este vacío que noto en mi interior.
Te amo, más de lo que jamás imagine amar a alguien.
Tuyo siempre
R.A.B.