jueves, 1 de septiembre de 2011

Ne changez pas

Estiró su brazo, más dormida que despierta, y no le sintió a su lado.

Abrió los ojos, buscándole, pero la cama estaba vacía.

La mañana estaba entrada y las cortinas contenían a medias la luz blanca del sol. Se incorporó, pero antes de que la angustia por despertarse sin él terminase de borrar los jirones del sueño descubrió una rosa blanca, colocada con cuidado sobre su lado de la almohada.

Lentamente empezó a recordar. Ella no llevaba la cuenta de las horas ni los días, pero Regulus seguía conservando su reloj de bolsillo y calendarios en su estudio. Le gustaba seguir sabiendo en qué día vivían, y Deneb recordó que por esa época del año era el cumpleaños de Sirius.

Suspiró, volvió a tenderse en la cama, disfrutando de ese momento en el que no estaba dormida pero tampoco despierta del todo. Se llevó la rosa al rostro y se recreó con su perfume cerrando los ojos. Sonrió tontamente al imaginarse a Regulus eligiendo esa flor para ella, cortándola con cuidado y dejándola a su lado mientras ella aún dormía.

Antes no podía evitar angustiarse cada vez que él desaparecía. Con los años había aprendido lo mucho que el necesitaba esos periodos de aislamiento, cada vez más breves. Le seguía echando de menos, pero esperaría pacientemente el tiempo que él necesitara. Además, con los niños ella tenía demasiadas cosas con las que entretenerse.

Los niños… Gimió suavemente estirándose en la cama. Rodó para quedar en la parte de él, boca abajo, aspirando su olor impregnado en las sábanas. Dejó que pasaran varios minutos. Normalmente ella era bastante activa, le gustaba estar ocupada, especialmente cuando él no estaba. Pero a veces sentía que daría lo que fuese por pasarse el día simplemente tirada en la cama, con un libro, ordenando sus álbumes botánicos o disfrutando de la sensación de no hacer nada.

“No quiero levantarme. Cinco minutos… Sólo cinco minutos más.”

Como si la hubiesen escuchado, un estruendo vino del piso de abajo, seguido por las risas de los mellizos.

Suspiró, se estiró por última vez y se incorporó abriendo los ojos.

“Hora de jugar a las mamás.”

Se puso su bata de seda blanca sobre el fino camisón de encaje y bajó las escaleras descalza.

-¡Shhh! ¿Qué es ese ruido? ¡Vais a despertar a Wally!

-Estoy despierta.-Wally sonrió desde el suelo, con su muñeco de peluche entre sus manos. Dos años y medio y Deneb ya sabía que sería toda una belleza.

-Claro, Wendy, ya era hora de despertarla, y como tú estabas dormida…-Contestó Eri, como si fuese lo más natural del mundo. A Deneb aún le desconcertaba el repentino comportamiento sobre protector con su hermana a la que, hasta hace poquísimo tiempo, había intentado quitar del medio por celos. -¿Y Peter?

-Hoy no está.-Contestó Arcturus, sin apartar la vista de la torre de cacerolas que estaba levantando con su melliza.

-¿Eso son mis calderas?

-Sólo las viejas, las que estaban en el sótano.-Respondió el niño.

-NO hemos entrado en tu salita de pociones, puedes estar tranquila.-Respondió Hydra a la defensiva.

-Madam, el desayuno está preparado.-Anunció la elfa doméstica.

-Gracias. Ya habéis oído, niños, ¡al comedor!

Hydra tiró la torre que estaban construyendo provocando otro segundo estruendo antes de dirigirse, riendo y de la mano de su mellizo, al comedor. Deneb miró el desastre resignada. Era incapaz de controlar a su hija mayor. Se preguntó que clase de madre era, después de todo.

*

-¡D’acord! Repartamos los papeles.

Llevaban toda la tarde interpretando distintos cuentos: Hansel y Grettel, Rapunzel (la pequeña Wally era la princesa perfecta de larga melena), pulgarcito… El gran baúl de los disfraces estaba abierto de par en par y había muchos juguetes y trajes de brillantes colores desperdigados por toda la sala de estar.

Los niños habían decidido por unanimidad volver a representar Peter Pan. Esa historia era la favorita de la familia Black. De algún modo, vivían dentro de ese cuento.

Eri saltó y se metió en el baúl. Por dentro era más grande que un dormitorio.

-Tú eres Wendy.-Dijo lanzandole a Deneb una de las versiones del disfraz de la protagonista. Se asomó un momento para ordenar. -¡Arctie, hazle trenzas!

-¡Yo quiero ser Garfio!-gritó Hydra, colocándose un parche.

-Pues yo el jefe de los indios.-Arcturus hablaba con su calma habitual, colocando lazos celestes en las trenzas de su madre.

Eri saltó fuera del baúl, ya disfrazado de, cómo no…

-¡Yo soy el capitán Peter Pan!

-Peter es papá, tonto.

-Yo soy mucho más Peter Pan que él. ¡Yo soy rubio!

-Papá no te va a dejar. El dice que tú eres campanilla.

-¿Está aquí ahora? ¡Peter soy yo!

-¿Y Wally?

-Una niña perdida…

-¿Por qué no dejas que sea ella tu Wendy?-Preguntó Deneb.

-No.-Contestó tajante Eri.- Tú eres MI Wendy.

-Podría ser campanilla.-Propuso Arcturus mientras Hydra le pintaba la cara como si fuera un indio.

-Campanilla no es morena.

-Eso puede arreglarse…-Deneb se llevó a su hija pequeña de la mano a su sala de las pociones con una sonrisa divertida. Mientras los niños terminaban de vestirse y le seguían llegando risas mezcladas con sus voces infantiles, Deneb preparó una poción con la que lavó el largo cabello negro de su hija.

Lo secó con cuidado, quedándose sin palabras ante la criatura mágica en la que se había convertido la niña, con sus largos mechones lisos de color dorado iluminando la sala con el resplandor de las estrellas.

-¿Me queda bien?

-Eres la criatura más hermosa de toda la tierra.

Y ella, como para confirmarlo, esbozó una sonrisa que la hizo deslumbrar aún más que su brillante melena de oro.

*

Jugaron lo que quedaba de tarde y hasta bien entrada la noche. No había muchas normas en Nunca Jamás y cuando Peter no estaba (el Peter Pan original) prácticamente no había normas. Jugaron incluso cuando estaban tan cansados que se sentaron frente al fuego de la chimenea, escuchando a Wendy contar cuentos sobre sirenas y cantar nanas que no entendían. Recostados unos sobre otros, hasta que se quedaron dormidos: Deneb entre Arcturus y Eri, Hydra sobre su mellizo y Wally acurrucada en brazos de su madre.

Deneb despertó cuando algo acarició con suavidad su mejilla. Su corazón se agitó al encontrarse con los ojos negros de Regulus.

-Te hemos echado de menos, capitán Peter Pan.-Murmuró medio dormida. La sonrisa de él se hizo más ancha.

-¿Todos?-Rió señalando a Eri. El gorro de Peper Pan le quedaba grande y estaba a punto de caer, dejando al descubierto su brillante pelo rubio.

-No deberías perderle de vista, capitán, creo que organizará un motín.

Regulus se rió y se inclinó sobre ella para besarla. Quedaron frente con frente. Deneb amaba ver esa sonrisa.

-¿Qué le has hecho a Wally? Su pelo…

-Está oscureciéndose. Deberías haberla visto antes… ¡Es tan preciosa!

-Es preciosa tal y como es, mi amor.-Susurró.-Igual que tú. No necesitáis nada que os cambie.

“Ojalá nada de esto cambie. Nunca. Nunca Jamás.”

1 comentario:

  1. No existe capitán más orgulloso de su tripulación que yo.

    El solo hecho de veros así, dormídos unos sobre otros, hincha mi pecho de puro orgullo.

    Pero dejando a un lado la maravillosa tripulación que me acompaña en mi travesía por la vida, lo que más me llena de orgullo, es tenerte a ti a mi lado.

    No hay hombre más afortunado en el mundo entero, ya que solo yo puedo besar tus rosados labios.

    Te amo, hasta perder la razón.

    Tuyo, eternamente.

    El capitán Peter Pan

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