-Estate quietecita y esto puede terminar bien para todos.
Puse cara de resignación mientras el paladín me maniataba. El condenado sabía bien lo que estaba haciendo. No me gustan los paladines. Van de idealistas, de defensores del bien, la bondad, la justicia… Luego te encasillan, juzgan y encarcelan (o matan) antes de que puedas abrir la boca en tu defensa.
¡Vale! Me había pillado con el otro y los objetos que acababan de robarle al duque, pero me había atrapado cuando repartía parte de mi botín a esos niños hambrientos. Como se dice, no hay buena acción que quede sin castigo. Sí, seguía siendo ilegal, pero esos niños se morían de hambre en las calles mientras que el duque llenaba su tripa gorda con lo que sus padres cultivaban. Lo que los paladines no entienden es que lo legal y lo justo pueden ser cosas opuestas.
El paladín terminó el nudo y se puso frente a mi con esos aires de grandeza que tanto detesto. Por el rabillo del ojo vi unas siluetas que se acercaban, escondiéndose entre los arbustos.
-¡Nada de mentiras, mediana! Responde sólo la verdad. ¿Entendido? ¿Cuál es tu nombre?
Contuve las ganas de reir. Otra de las grandes estupideces que los paladines veneran hasta rozar lo absurdo. La verdad. ¿Y que es la verdad? ¿Qué es, para alguien como yo que no recuerda ni su propio nombre? Cualquier cosa es posible y nada es seguro. No hay VERDAD. Hay diferentes formas de ver algo.
-Me llamo Khay.-Respondí, ¿por qué no? fingiendo estar seria y asustada.
-¿A qué te dedicas?
-Hago muchas cosas.- “Pues claro que hago muchas cosas, estúpido paladín. ¿O crees que al levantarme por la mañana pienso: Robar, atracar, hurtar y merendarme unos pocos bebés?” Le hubiese encantado que respondiese eso. En serio, los paladines son tan cortos que me desesperan. Ven todo blanco o negro. Más bien negro, todo negro más allá de su propia gloria.
-Y entre esas cosas está colarse en casas ajenas y robar sin ningún tipo de reparo…- A eso me refiero.
Entrecerré los ojos. Detectaba movimiento por detrás del paladín, pero hice un esfuerzo por no desviar la mirada.
-¿No tienes ningún respeto por la Ley, mediana? ¿No ves que así te metes en problemas demasiado grandes para ti? –“Ja. Ja. Ja. En serio, que agudo meterse con mi tamaño.”
-Tengo mi código. Me saca de problemas.
-Me encantaría escucharlo.-Respondió hostilmente. Sonreí.
-Punto número uno: Haz amigos hasta en el infierno.
Frunció el ceño antes de que un sonoro golpe hiciera que sus ojos se pusieran en blanco y cayera como un peso muerto a mis pies. Reí entre dientes.
-¿Esta muerto?-Preguntó el chiquillo, asustado, dejando caer la barra de hierro.
-Nah, estos tipos son duros.
La niña corrió para desatarme, aunque al final tuvo que ayudarla su hermano.
-Estábamos en deuda por el dinero que nos distes antes.
-Quedáoslo todo, pero esconderlo, denunciarme y decir que os lo quité antes de irme.
-¡No podemos hacerte eso!
-Tranquilos, yo estaré bien.-Guiñé un ojo a los críos, aunque pequeños, ambos eran más altos que yo.-Y ahora marchaos antes de que despierte.
La niña me abrazó y el chico me sonrió antes de alejarse. Les observé alejarse antes de agacharme y saquear hasta la última moneda de cobre y la navaja más pequeña.
-Espero que tu absurdo dios encuentra la forma de recompensar tu estupidez.-Dije alegremente.
Y, canturreando, me alejé de allí para no volver.
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