jueves, 8 de septiembre de 2011

Cuenta atrás.

-Mierda.

Era demasiado tarde para intentar desactivar el explosivo. Sólo 11 segundos (ahora 10) separaban a Vanesa de la muerte. Y ni siquiera tenía a mano sus herramientas, 9, para intentar desactivarla. Se dio la vuelta y echó a correr, 8, hacia las grandes puertas metalicas de los almacenes 7. Cerradas y atrancadas. 6. Maldijo su suerte y la golpeó inútilmente con rabia. 5.

-Estoy muerta.

4. Algo golpeó las puertas desde el otro lado con tanta fuerza que se abrieron de par en par. 3. Antes de que Vanesa pudiera reaccionar, alguien la agarró del brazo, 2, y tiró de ella, sacándola del almacén y cubriéndola con algún tipo de escudo. 1.

-Hola, Ferb.- Trató de ocultar la sorpresa en su voz.

La explosión hizo que se agazaparan uno contra el otro, cubriéndose con el escudo.

Vanesa se levantó, sacudiéndose el polvo de su ropa negra.

-Siempre llegas justo a tiempo.

Ferb simplemente le devolvió la mirada. Se incorporó plegando el escudo.

-¡Vaya! Cómo has crecido.

El chico no respondió. Tal vez le parecía demasiado ovbio que había seguido creciendo desde que se conocieron, tres años atrás. En lugar de eso se acercó a una moto que tenía apoyada en la pared del almacen.

-¿Te llevo a alguna parte?

-Al centro estaría genial.

Ferb le tendió un casco (¡le quedaba tan bien que parecía hecho a su medida! Se preguntó si sería del hermano pelirrojo del chico) y Vanesa se colocó detrás suya. Le resulto extraño, al abrazarse a él, que ahora la espalda del chico fuese más ancha que la suya. Ferb había cambiado mucho en esos tres años, pero le seguía transmitiendo esa confianza que ya desde niño le hacía sentir. Confiaría a ciegas en él, aunque no pudiera decir que se conocieran mucho. No necesitaba conocerle, saber que opinaba de la invasión de su padre (que ya avanzaba por gran parte de los EEUU, exceptuando la zona de los tres estados) ni de ningún tema para dejar su vida en sus manos. Y eso era algo completamente extraño para alguien tan desconfiada y solitaria como ella.

Y al pensar en eso se dio cuenta de que un chico tan brillante como él posiblemente estaba detrás de la ingeniosa defensa del área de los tres estados. Y de que él ya había averiguado que ella estaba en el bando contrario. Ferb frenó la moto, en el centro de la ciudad y ella le miró a los ojos. Decidió que si a el no le importaba que ella estuviese en el bando enemigo, a ella también le daba lo mismo.

-Gracias, Ferb.-Sonrió devolviéndole el casco.

-Espera…-El chico sujetó su muñeca y la miró a los ojos antes de decidirse a hablar. Cómo si su subconsciente la advirtiese de algo que ella no sabía, Vanesa contuvo la respiración sin apartar la mirada de sus ojos. Ferb tomó aire y abrió la boca…

-¡Vanesa!-Ella se giró desconcertada para ver a su padre derrapar frente a ella, abriendo la puerta de copiloto de la furgoneta.-Que casualidad que estés justo aquí. Sube, tenemos que irnos, he conseguido despistar a ese dichoso agente semiacuático. ¿Pasamos por la pizzería para pedir la cena?

-Gracias por todo, Ferb.-Se acercó a él y le besó en la mejilla.-¡Espero volver a verte pronto!

Él la siguió con la mirada mientras se subía junto a su padre que arrancaba saltándose el semáforo.

-Ya sé que eres mayor y no quiero meterme en tus cosas, Vanesa, pero ¿no es un poco joven para ti?

-¡Por favor, papá! Es sólo un amigo. ¿No habrás pensado que…?

-Bueno, él te miraba como si para él fueses algo más. Ya me entiendes.

-¿Ferb? No creo. No creo ni que tenga edad para interesarse por las chicas de su clase…

La furgoneta aceleró hasta duplicar el límite de velocidad y Vanesa se acomodó, cerrando los ojos. Le encantaba su modo de vida pero, definitivamente, estar a punto de morir resultaba agotador.

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