sábado, 17 de septiembre de 2011

Oveja negra

-Neee neee negra ovejita. ♪ ♫

-Constanze, por favor…

-Negra ovejita, negra ovejita…

-¡Basta!

Uno de mis hobbies preferidos es desquiciar a mamá. Ella intenta ser cruel conmigo, así que no me parece que lo que yo hago esté especialmente mal. Ella quiere hacerme sentir culpable y despreciable. “¡Eres la oveja negra!” Pero yo siempre he sabido darle la vuelta a las cosas y uso ese insulto contra ella, recordándole lo que he hecho. Después de todo, a ella le molesta más que a mí.

-Que tú hayas mancillado tu honor no quiere decir que tengas que intentar fastidiarme a mí también.-Responde Aloysa, mientras mi madre la peina. ¡Aloysa! ¡La hija perfecta! ¡La bellísima Aloysa, incapaz de dejarse ver sin maquillaje y los vestidos más elaborados! Parece mentira que seamos hermanas, yo aún con la ropa de estar en cama, correteando y canturreando como siempre y ella, más pintada que mis muñecas de porcelana.

Después de todo, ¿para qué intentar que yo parezca hermosa? ¡He mancillado a la familia! He perdido mi virginidad con un joven criado de una familia vecina. Después de eso, padre me retiró la palabra y mamá y mis hermanas pusieron el grito en el cielo.

-¡Cómo has podido!-Mi madre me abofeteó con fuerza. Aún me saca más de una cabeza y es mucho más fuerte que yo.- ¿No te mueres de vergüenza? Comportarte como una mujer de mala vida… ¿Qué pensarán de nosotros?

-Ya no podrás casarte con el barón.-Añadió Aloyse.

-¡Os dije que no quería casarme con ese anciano! ¡Os lo advertí!

-No tienes dignidad.-Y añadió la famosa frase.-Eres la vergüenza de esta familia, siempre has sido una oveja negra.

Aún tengo fresco ese momento en la memoria. Así que mientras mi madre vuelve a ponerse a arreglar a Aloyse para que la visita de un “buen partido” yo me pongo de nuevo a cantar.

-Negra ovejita, ♪ ♫ negra ovejita ♫ ...

Una sonora torta me tira al suelo. Río mientras me levanto, esta vez ha sido Aloyse la que me ha golpeado.

-Vaya con nuestra damisela, que bruta puede llegar a ser.

-Escúchame Constanze.-Sisea Aloyse.- Como se te ocurra simplemente aparecer te prometo que te estrangularé con mis propias manos.

Me empuja fuera del cuarto y cierran la puerta. Sé que si viviese preocupada por lo que piensan de mí debería haberme quitado la vida hace mucho, así que no lo pienso. Troto hacia el baño y me pongo una toalla húmeda donde me ha golpeado para que deje de doler. Después, paso el rato jugando con mis muñecas.

Entonces escucho una melodía a piano. Dulce, infantil, pero tan maravillosa que me paraliza.

Cierro los ojos, dejando que me abrace, que inunde mi cuerpo. Es una música maravillosa. Llega hasta lo más profundo de mi corazón y es cómo si comprendiese y reflejase cada una de mis emociones que nadie comprende, que yo misma no comprende. Como si encontrase una herida que yo no supiese que tenía y la curase. Cómo si me cogiese en brazos y me acunase.

El tiempo se vuelve relativo. No sé cuanto pasa, pero cuando deja de tocar y vuelco a abrir los ojos tengo un regero de lágrimas secas por las mejillas. Me limpio con la manga y salgo de mi cuarto de puntillas. Me asomo, tras una columna, por la repisa de la escalera. Mi madre y Aloyse están de espaldas a mí. Frente a ellas, sentado en el taburete del piano, un joven de cabellos dorados.

Mi madre habla y habla, y él se debe de aburrir tanto como yo, porque su vista se desvía, vuela por la estancia y de repente me encuentra.

En sus ojos se dibuja la sorpresa, ¿qué hace una chiquilla escondida tras la columna? Tal vez piense que espío a mi hermana. Yo me llevo un dedo a los labios y él asiente casi imperceptiblemente, con una leve sonrisa divertida en los labios. Mi hermana se gira, para averiguar qué esta mirando y yo me refugio tras la columna.

-Desde luego vuestra residencia es hermosa. Esta exquisitamente decorada…

Mi madre y Aloyse ríen tontamente. Yo sonrío y vuelvo a asomarme. El chico me mira de reojo de vez en cuando, para no llamar la atención. Yo le saco la lengua y pongo muecas, y él a veces no consigue reprimir su risa de niño, desconcertando a mi madre y mí hermana. Cuando mi madre le pide que le haga el honor de volver a tocar algo para ellas él se coloca y dice, mirando a las teclas.

-Esta es una melodía para la pequeña y encantadora damita de esta casa.

Mi hermana suelta una risita estúpida. Yo sonrío con expectación, preparada para disfrutar todas y cada una de las notas que él toca para mí.

1 comentario:

  1. Mi música siempre ha sido compuesta para el beneplácito de los demás!

    Y si encima, ese "demás" inlcuye a una señorita de tal belleza... sobre todo si hay una señorita de tal belleza... siempre se tornará aún más melodiosa.

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