-Te echo de menos.
Él estaba distraído, así que me mira sorprendido por mi repentina sinceridad.
-Estoy a tu lado. Siempre estaré a tu lado.
-Y siempre inalcanzable…-Recito amargamente.
-Pero seguiré siempre a tu lado.-Odio que su voz sea tan calmada, que siempre lo tenga todo bajo control, que siempre ocurra todo según su plan.- No puedes echar de menos a alguien que te dedica cada segundo de su existencia.
-Echo de menos lo que eras. Echo de menos jugar con mi hermano. No tiene nada que ver con lo que somos ahora, con lo que nos hemos convertido…
-Nada dura eternamente.
-Para ti es fácil decirlo.-Protesto.-Tú sigues siendo lo que eras, no has cambiado, no como yo.
-¿Me culpas?
-Te quiero. Aún te quiero y eso hace que me sienta… Furiosa conmigo misma.
-No, no te enfades contigo.
-Si fuera más fuerte dejaría que cada uno siguiese su rumbo.-Suspiro, con ganas de llorar.-Si fuera más segura de mi misma… Pero no puedo. Eres todo lo que tengo.
-Y tú eres todo lo que yo tengo. ¿No te das cuenta? Te dedico cada segundo de mi existencia.
-¿Por qué? ¿Para redimirte? ¿Porque te sientes culpable por haberle quitado la vida a tu hermana?-Replico furiosa.
-No tuve elección.-Responde, tajante, poniéndose serio.
-Esa es tu excusa.
-Entonces ¿me culpas?
Quiero gritar que sí, pero no tengo repuesta. No lo sé. Quiero convencerme de que le odio por lo que me hizo, pero si realmente creyese que es culpable yo… No podría soportarlo.
-No puedo culparte porque eres todo lo que tengo.
-Te quiero, hermana. Siempre te he querido.
-Entonces ¿por qué me mataste?
-No tenía otra opción.
Resoplo. Desearía más que nunca poder irme y abandonarle. Pero no podría. Nadie me vería. Nadie me hablaría. Eternamente sola, vagando entre los vivos.
-Esa es tu excusa.-Repito, enfadada, y me encierro en mi misma tratando de olvidarme del mundo, de mi mundo, de mi hermano, mi asesino, mi protector… Y de nuevo vuelvo a echar dolorosamente de menos a mi hermano de los recuerdos, aquel al que cuidaba y con el que jugaba. Aquel niño que me admiraba.
Que no se parece nada al hombre frío y calculador que respeta mi silencio, releyendo un artículo en su impecable despacho.
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