Sólo quedabamos tres.
¡Son tan estúpidos! Les he advertido de las trampas. Les he pedido que esperaren que yo lo indicase para seguir adelante. ¿No se han dado cuenta de que soy la única que comprende que estamos en una trampa, pero que hay una forma de salir? Yo soy capaz de resolver los acertijos pero el resto… No, no están a la altura.
Habíamos despertado diez desconocidos juntos. Tras las primeras tres horas sólo quedabamos seis. Recorremos unos túneles que a veces se bifurcaban, llevando a verdaderas trampas mortales. Pero siempre hay pistas.
-¿Qué clase de monstruo nos está haciendo esto?-Gimió una mujer pelirroja, cuando murió la primera persona.
-Enigma.-Respondió el tipo que había dicho que era poli, señalando la marca con la que firmaba uno de los acertijos.
-Enigma…-Murmuré para mis adentros…
Enigma puede ser un monstruo, no voy a negarlo. Pero es un monstruo ferozmente listo. Y yo soy era la única del grupo capaz de entender sus enrevesadas pistas. Enigma es el causante de las muertes, del hambre, de los largos días de encierro y del miedo, sí; pero es el único con el que puedo sentirme identificada. Mis compañeros de celda son infantiles, estúpidos y llorones.
Y sólo quedamos tres.
El poli, el médico y yo. Llevábamos horas andando por uno de los túneles. Hace días que no dormimos en condiciones, sólo comemos lo que él nos va dejando por el camino. Tengo la boca seca y los labios rotos.
A veces da la impresión de que volvíamos al mismo sitio, pero siempre hay algo diferente. Un nuevo acertijo.
-¿Y si no hay salida?
-Hay salida. No quiere que muramos.-Respondo.
-No podemos saber como funciona su mente. Es un psicópata.-Me contradice el médico.
-Él es demasiado listo para eso.
-Es un psicópata.
Podría haberme puesto a discutir con ellos, pero, ¿para qué? Era como discutir con niños. Que no te lleves bien con alguien no quiere decir que no puedas admirarlo. Pero ellos estan ciegos… Al menos, han sido lo bastante listos como para confiar en mi.
-Aquí hay algo.-El médico señala un cartel que parecía de información en el que ponía el ya familiar “Riddle me this…” Sobre una serie numérica:
66.666- 8.666.3.666.7777- 7.2.777.2-88.66.2-7777.444.66.666-88.66.2-7.2.777.2-222.2.3.2-88.66.666
Aprieto mis labios, concentrándome en esa serie de números. No parece que tenga un orden lógico, y el hecho de que vayan en pequeños grupos de números iguales…
Tras unos minutos saco el móvil con una sonrisa triunfal.
-Ya sabes que no hay cobertura…
-Lo supe desde el primer momento, no me hizo falta ni comprobarlo, genio.-Abro un nuevo mensaje y empiezo a teclear, cada cifra entre puntos es una letra. Cada guión un espacio. Cuando termino, les dejo leer el mensaje de enigma.
-¿Qué se supone que hacemos con esto?
-Tenerlo en cuenta y seguir adelante. Es una pista para resolver el acertijo.
No les gusto. Una parte de ellos odia que una chica mucho más joven que ellos sea la que dirige el grupo. Si su inteligencia estuviera a la altura de sus egos no me importaría demasiado.
Avanzamos en la casi completa oscuridad. Tengo sed, hambre y sueño. Es difícil saber cuanto tiempo llevamos aquí. Basándome en la batería de mi móvil, cerca de seis días. Siento que son seis meses.
Llegamos a una estancia en la que hay bastantes cabinas telefónicas. Sé que es el siguiente acertijo, relacionado con el teléfono, como la pista que nos ha dejado. Aún así, nos tomamos un tiempo para asegurarnos de que no es una trampa.
-¿Qué hay que hacer?-me pregunta el médico.
-“Una para cada uno”. Separarnos.
-¿Estás segura?
-Estáis vivos gracias a mí, ¿no?
Me miran reticentes, así que alzo la cabeza y me meto en una cabina, que se cierra automáticamente a mi espalda con un chasquido metálico. Contengo el aliento. No pasa nada. Ellos se quedan un rato observándome antes de desearse suerte y meterse cada uno en una cabina. Entonces suena el teléfono.
Contengo un grito y, tras respirar hondo, lo cojo al segundo timbrazo. Una grabación de una voz masculina, suave y perfectamente modulada se pone en marcha.
-El juego se termina, y esta vez no puedo dejar que hagáis trampas y le chivéis la respuesta a los más débiles… Sí, esto va por mi chica. Si estáis a la altura viviréis. Si no, en 30 segundos habréis muerto. Así que si queréis escapar tan sólo tenéis que llamarme.
La grabación se corta. Escucho a los otros dos gritar el nombre de Enigma a voz en grito.
Apoyo el auricular entre mi hombro y mi oreja y pulso el signo “?” del teclado de la cabina.
No pasa nada. Intento pulsar con más fuerza pero el teclado está bloqueado. Tengo miedo. Escucho chillidos y gritos que me llegan, amortiguados de las otras cabinas. ¿Están muriendo? ¿Yo también voy a morir?
Los gritos se silencian, aunque tardan una eternidad en callar del todo. Se escucha un chasquido y las luces se apagan. Mis piernas se doblan y apoyo mi peso contra la puerta de cristal. No estoy totalmente sola. De algún modo sé que él está al otro lado.
La `puerta se abre y caigo al suelo. Estoy temblando. ¿Ha terminado? No se qué debería sentir.
-Enhorabuena.
Su voz es el sonido más hermoso que nunca he escuchado. Las grabaciones no le hacían justicia. Algo suave acaricia mi barbilla y me hace alzar la mirada. Arrodillado a mi lado hay una figura masculina a contra luz que me ayuda a sentarme y pone una botella de agua en mi mano antes de incorporarse. A pesar de que no distingo nada sé que me sonríe.
Se aleja.
-Espera.-Jadeo- Espera… ¡Enigma!
-Has demostrado ser una chica lista. He sido duro y has estado a la altura. Descansa. Bebe. Tómate tu tiempo. Cuando quieras, podrás irte. Ha terminado.
-Enigma, no… No te vayas.
-Tengo que hacerlo. Pero debo reconocer que me has impresionado. Hasta pronto.
Desaparece, y yo estoy demasiado débil para correr tras él. Por algún motivo, me parece que irse es lo más terrible que ha hecho. Porque incluso cuando estaba jugando con nuestras vidas, incluso cuando nos veía morir estaba vigilándonos, controlándonos, cuidándonos. Pero ahora se ha ido…
-Le he impresionado.-Murmuro, asimilándolo. He logrado llamar la atención, e IMPRESIONAR al mismísimo enigma.
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