miércoles, 2 de mayo de 2012

Chef



Nuestra vida parece completamente complicada pero en realidad se reduce a algo muy simple: Sobrevivir.

Al menos ese es mi caso. Teclas aspira a algo mas alto, mas digno, desafiar a los que nos han controlado, luchar por una libertad verdadera, desarrollar nuestra (blablablaetc). A veces me pregunto porque sigo a su lado, cuando lo unico a lo que yo aspiro en esta vida es permanecer en ella el maximo tiempo posible, y mis posibilidades de hacerlo aumentan si me alejo de su rumbo. Pero supongo que Teclas es la unica persona que conozco. La unica persona a la que he conocido de verdad en mi vida. Y es terco, le encanta discutir, puede sacarme de mis casillas, es orgulloso, excentrico, ligeramente borde, prepotente... Pero quitando eso es un chaval divertido.

Se acaricia la barbilla ausente, totalmente absorto con lo que sea que este haciendo con el ordenador. Tiene rasgos dulces para ser un chico que lleva toda su vida en una escuela donde nos ensenan a matar. No me dejo engañar en ningun momento. Por muy divertido que sea, por muy bien que lo pasemos juntos nunca pierdo de vista el hecho de que tras su inofensiva apariencia tiene la inteligencia y el potencial fisico para aniquilar a un peloton de soldados. Y, por despistado que parezca, esta siempre con los cinco sentidos alerta, como demuestra al reirse sin ni siquiera levantar la vista del teclado.
-De verdad vas a comerte eso?
Termino de cerrar mi sándwich de mermelada, queso de cabra, cebolla caramelizada y pepinillo. Cualquier otra persona se preguntaria como sabe lo que estoy haciendo cuando apenas he entrado en su campo visual y el ha estado trabajando aparentemente absorto. Pero yo simplemente sonrio, sentandome en el sofa que queda a sus espaldas.
-No tienes ni idea de lo que te pierdes. Deberias ampliar fronteras mas alla de la mantequilla de cacahuete.
-Estoy bien con eso, gracias. Ya tuve bastante comida sana durante 17 años.

Le entiendo, aunque yo, por mi parte,  no puedo parar de descubrir combinaciones de sabores nuevos. Es increíble la cantidad de cosas que nos han negado todos estos anos. Doy un gran mordisco cerrando los ojos.

-Cuando tenga una nueva identidad, tendre un restaurante.-Murmuro extasiada, saboreando mi creacion.
-Serviras tostadas de mantequilla de cacahuete para mi?
-A ti no pienso dejarte entrar con esas pintas. Va a ser un restaurante con mucha clase.
-Iré con esmoquin.
-No te imagino con esmoquin.
-Pues me queda de muerte.-Contesta despegando un segundo la vista de la pantalla para lanzarme una amplia sonrisa de autosuficiencia.
-Sigues teniendo pinta de perdedor con esas gafas.
-Las gafas no pienso cambiarlas, pero puedo peinarme con gomina y raya al medio.
-Entonces ya veremos si estas a la altura.
-Pecosa, nací estando a la altura. Y no he parado de seguir mejorando desde entonces.-Toma una pausa para beber un sorbe de Dr Pepper.-Soy el puto amo.
-Esta bien que te lo recuerdes varias veces al dia.
-Por eso lo hago. Oye, puedes empezar a recoger tus cosas mientras terminas el sandwich?
-Si, algun problema?
-Han detectado mi posicion. Tenemos unos cinco minutos antes de que se presenten aqui el alegre club de las metralletas.
-No pienso recoger tu desorden.
-Te lo he pedido?-Responde sonriéndome mientras cierra el ordenador.

Estar perseguidos por sicarios es ya tan habitual que ni siquiera nos ponemos nerviosos. Tenemos tiempo, experiencia y, lo mas importante. Sabemos que, no importa quien venga. Las mejores maquinas de matar somos nosotros mismos.

jueves, 26 de abril de 2012

Fletcher

La cita era en un lugar público (un hotel) en un terreno neutro, aunque más cercano al nuestro. Teóricamente todo era correcto.


Pero sentía que había algo oculto, algo que no encajaba en todo el asunto.


El control secreto de mi padre sobre los tres estados se había extendido hasta ocupar gran parte de los Estados Unidos. Negociar con mafias, organizaciones truculentas o políticos en general se había convertido en algo cotidiano para mi. Entonces fue cuando a empezamos a escuchar hablar de esta organización. Muy selecta. Muy secreta. Muy poderosa.  Con base en Inglaterra pero extendidos por casi toda Europa y Asia. Y después de tratar de investigarlos por un año ellos han decidido ponerse en contacto con mi padre para hablar de "Intereses comunes".


Tras asegurar por tercera vez que no hay ninguna visible amenaza, entro en el hotel que han elegido. Inmediatamente agradezco el aire acondicionado, no estoy acostumbrada al calor agobiante de Florida. Una última ojeada al móvil, y sonrío ante el escueto mensaje de Ferb.

Ten cuidado y vuelve entera esta vez.

Odio que me consideren sentimental. Es una debilidad que no puedo permitirme. Y sin embargo, aunque no se lo diga, cada vez que vamos a separarnos intento que sea especial. Prescindo de mi armadura de borderías, dejo de esforzarme en mostrarme inmune a todo. Disfruto de cada una de sus caricias, de cada contacto, de cada beso.

Total, el ya me ha recompuesto una vez, literalmente hablando. Él sabe como soy mejor que nadie por mucho que quiera ocultarlo. Y aun así sigue a mi lado.

Me siento en una de las mesas, vigilando el entorno. Llego primera, tengo ventaja. Aún así no la veo venir.

-Tu debes de ser mi contacto, ¿me equivoco, querida?

Se ha situado estratégicamente a contra luz por lo que tengo que entrecerrar los ojos para distinguir sus rastros entre una aureola de pelo rubio. Es mayor, de la edad de mi padre. Aun así es atractiva. Sonríe, pero su sonrisa no llega a unos gélidos ojos esmeralda. Sus ojos me incomodan, es como si los hubiera visto antes.

-Así es, soy Violett

Sonríe. sus ojos me examinan fríos como los de una serpiente. Su pelo no es rubio, comprendo cuando mis ojos se adaptan a la luz, si no de un tono suave entre el verde y el amarillo.

-Charlene.-Extiende su mano. Vacía. Sin guantes. Siento un pequeño calambre al estrecharsela. -Charlene Fletcher.- Completa, ampliando su sonrisa.

Sus ojos: Esmeraldas y con la misma forma que los de él. El tono de su pelo. Siento pánico y quiero ponerme en pie de un salto pero las piernas no me responden.

Mi corazón golpea con fuerza mi pecho.

-Un placer conocerte al fin, Vanessa.

Y entonces todo se vvuelve negro.

sábado, 21 de abril de 2012


10

La ansiedad es difícil de controlar. Siento un doloroso nudo en el estómago que amenaza con paralizarme, y eso es algo que no puedo permitirme.
9

Porque significaría la muerte.
8

Respirar.
Tengo que respirar.
7

¡Maldita sea! ¡Respira!
6

Eso es. Mejor.
5

Porque aunque esto parezca la peor de mis pesadillas es real. Muy real.
4

Somos animales entrenados para matarnos para su diversión. Todos esperan verme caer. Y yo me he esforzado en no desengañares.
3

¿Tres segundos? ¿Puede ser real?
2

Ya no tengo que esforzarme. Ya no tengo que lloriquear. Ahora toca ser fuerte y luchar.
1

Allá vamos.

La sirena anuncia el inicio de los juegos. No pierdo ningún instante antes de correr escondiéndome entre las rocas del terreno pedregoso que han elegido este año como escenario. Los gritos me llegan pronto. Los ignoro, moviéndome discreta y rápidamente, poniendo distancia, buscando un escondite.

Me he esforzado todo este tiempo para que nadie me tome en serio, para que nadie me vea como una amenaza, para que nadie dedique me dedique el mínimo pensamiento. Dejaré que los animales fuertes se maten entre ellos. Y esperaré a que se debiliten.

Me oculto, sin aliento tras unas rocas. Agudizo el oído. Dedico un momento a pensar, casi divertida por encima del pánico si la audiencia estará sorprendida conmigo, con la niña que lloriqueaba delante de cada cámara rogando que la llevaran a casa con su mamá. Aun les quedan unas cuantas sorpresas. Todo es estrategia y no caeré sin luchar. La batalla termina. El sonido de seis cañones se sucede en la calma. Los tributos que quedan, los fuertes, hablan de alianza temporal.

Espero en silencio.

He demostrado tan insignificante que ni siquiera me recuerdan cuando hablan de los caídos y de cuales pueden ser las estrategias de los que quedan. Hablan (¡estúpidos!) de cada una de las cosas que toman de la cornucopia, dándome una lista detallada de lo que cada uno lleva. Tras prepararse se van.

Aun deben de quedar cosas útiles. Y apuesto la cabeza a que no soy la única que lo piensa. Espero. Empieza a anochecer. Las sombras me hacen temblar y me ayudan a ocultarme mejor. Aguanto el frío, moviéndome lo mínimo para evitar que se me duerman los músculos.

Escucho unos pasos. Me arriesgo a mirar con cuidado. La chica del distrito cuatro y el chico del diez examinan el entorno antes de inclinarse sobre lo que el grupo de aliados ha dejado. No son tan fuertes como los otros, pero para mi representan una gran amenaza.

Espero.

Vigilo sus movimientos.

Cuando se van ya ha caído la noche. Aprovecho el himno y el recuento de caídos para seguirles, saliendo se mi escondite y acercándome a ellos a suficiente distancia. Se acomodan en un recoveco entre las rocas, siendo casi invisible y la chica se duerme mientras él hace la primera guardia.

Demasiado fuerte. Suspiro resignada y espero desde mi escondite. Por fin, el la despierta y se cambian. Trato de mantenerme alerta una hora más antes de coger una afilada y pesada roca y acercarme todo lo que puedo, con la vista fija en el cuchillo con el que juguetea.

Desde unos 5 metros, con mi fuerza, el impacto no es letal, pero consigo que caiga con una sangrante herida en la sien. Me lanzo sobre ella con una rapidez que he ocultado durante las pruebas. Le arranco el cuchillo de las manos y me giro, clavándolo en el cuello del confuso y adormilado cuello del chico. Lo desgarro antes de volverme hacia la chica, no puedo permitirme darle el mínimo tiempo. 
-Por favor...-Gime, mirándome asustada a través del velo de sangre.
Pero es su vida o la mía, y el único gesto de piedad que puedo ofrecerle es acabar con su vida de la forma más rápida posible.

Y lo único que puedo permitirme para soportarlo es imaginar que quien aun se aferra a la vida, a quien acuchillo, es mi estilista, es el encargado de la cosecha, es el presidente Snow, es cada mujer, hombre y niño del capitolio, que nos obligan a asesinarnos para arrancar una estridente risa de unos labios ridículamente maquillados.

jueves, 29 de marzo de 2012

Diablo de la guarda.

Un relámpago plateado atravesó su cuello dejando una estela de sangre que salpicó mi rostro


Me quedé muy quieta, conteniendo el aliento mientras el robusto hombre que un segundo atrás  acariciaba con avidez mi cintura me miraba con las pupilas dilatadas de sorpresa y un grito mudo más de perplejidad que de pánico. Y es que la muerte no suele entrar en nuestros planes. (Aunque tengo asumido que yo soy ligeramente distinta a la mayoría.)

Cayó de rodillas a mis pies. La sangre manaba como un paño oscuro en torno a su cuello. Sabía que a ella no iba a gustarle que su sangre me hubiese manchado las mejillas. Era sanguinaria, pero eso no quería decir que cualquier tipo de sangre fuera bueno, ni siquiera aceptable, para su gusto. Al igual que el vino, tenía que seleccionar cuidadosamente su botella. La sangre de ese hombre no bastaría nunca para satisfacer su sed.

Su silueta surgió de las sombras, agarrando el cabello del hombre, obligándole a mirarme.

-Es hermosa, ¿verdad? Lo sé. Comprendo por qué querías poseerla. Es preciosa, y es mía.

Me estremecí. Un estertor ahogado surgió de la garganta del hombre. Jack sonrió de lado mientras las dos esmeraldas de sus ojos, clavados en mí. Se agachó para que su boca quedara a la altura del oído del hombre.

-Entiendo, es imposible mirarla y no desear poseería. Pero soy clemente. Merece la pena morir por ella, así que te dejaré mirarla mientras mueres.

Tiemblo. Los ojos del hombre se velan, pero siguen fijos en los míos. Entonces, con un movimiento rápido y letal, como el de una cobra, un segundo corte más profundo se abre en su garganta y el hombre muere en las manos de Jack. Le arroga a un lado y se acerca a mi, con el rostro ladeado. Sus ojos son dos frías hogueras verdes que buscan cualquier atisbo en mi rostro que le revele que siento. Sigo siendo un misterio para ella porque aún lo soy para mi misma. 

¿Qué debo sentir? Tiemblo, pero no de miedo. Tengo el corazón oprimido, pero no de pena. Golpea con fuerza mis costillas, pero no soy capaz de poner nombre a ninguna de las emociones que recorren cada centímetro de mi ser. Lentamente, exalo el aire que me quema en el pecho. Y ella sonríe.

Es un ángel de alas de sangre. Aunque cualquier comparación de ella con algo celestial es una herejía. Es inhumana, fría, astuta, magnética, protectora de la forma más retorcida y enfermiza. Es un diablo, mi diablo de la guarda. Y me protegerá de todo hasta que decida matarme.

No es un mal trato para alguien como yo.

Toma mi mano y la besa con cuidado antes de llevarme por las sombras. Escapando. Perdiéndonos por las más siniestras y oscuras calles de la más siniestra y oscura cuidad.

sábado, 24 de marzo de 2012

Secret

Es más fácil cuando te subestiman.

Sirius estaba montando una rabieta en toda regla de nuevo. Gritaba tan alto que me costaba concentrarme en peinar a la muñeca que sostenía en mi regazo. Se quejaba de mi, que no le gustaba, que no quería que estuviese en la casa, que no podían obligarlo a estar con una niña tan estúpida que ni siquiera sabía hablar.


Su idioma era seco, frío, sin la mínima elegancia o dulzura. Pero que no le gustase y que aun no lo hablase muy bien no quería decir que no lo entendiese. Comprendía cada una de las palabras que él decía, cada uno de los insultos y las frases también duras, que su madre le respondía. Pero era más fácil desconectar y dejar que pensasen que no sabía lo que decían.


Pero cuando las palabras le hicieron demasiado daño salió en silencio. No quería que la viesen llorar. Echaba de menos Francia. Echaba de menos a su abuela, su voz suave y dulce, sus abrazos, su olor...


Salió al jardín. Para variar estaba lloviendo, así que se quedó sentada bajo el porche. No había nada en ese país por el que ni siquiera mereciera estar en el mapa. 


-No te preocupes, es mejor que no les entiendas.-Dijo una voz amable y tímida.


Regulus estaba sentado en una esquina del porche, y no había reparado en él hasta ese momento. Tenía una sonrisa calmada, como si la comprendiese. Como si de verdad sintiese simpatía por ella.


-A mi me gustaría no entenderles la mayor parte del tiempo.


-Yo entiendo.


Sus ojos brillaron y en sus labios esbozó una sonrisa sorprendida.


-¿Por qué no lo has dicho antes?


-Nada que decir.-Respondí, torpemente, encogiéndome de hombros. La sonrisa de él se hizo un tanto traviesa. Sus ojos oscuros brillaron de un modo que me hizo sonreír a mi también. Quizá si que hubiera algo bueno en Inglaterra, después de todo.


-Eres lista. Deberías responderles algo. Que se queden sin saber que decir.-Negué suavemente.


-No digas nada a ellos.


-Esta bien, sí sigues hablando conmigo cuando no halla nadie.-Asentí, sintiéndome feliz por primera vez en esa casa.-Será nuestro secreto.


Me gustó esa palabra. Me gustó tener un secreto con ese chicos de ojos negros y cálidos.

jueves, 1 de marzo de 2012

Secreto

No creo que nadie, ni tus amigos, ni tu familia, ni siquiera tu melliza (que más bien parece tu siamesa), sepan en realidad lo especial que eres.

Lo intuyen, por supuesto. En cuanto alguien te observa cuidadosamente es inevitable que se de cuenta de lo diferente que eres a cualquier otro en realidad. Algo que va más allá de la extraña educación que has tenido, del aislamiento, de tu peculiar familia. Tienes un aura que no pasa desapercibida, todos lo intuyen, pero nadie se da cuenta en realidad de lo que significa.

Yo apenas lo concibo.

-Hola Arcturus.-El tintineo dulce de mi voz tiene el encanto suficiente para esconder el ligero temblor al pronunciar tu nombre. Tu hermana me fulmina con la mirada y yo me esfuerzo en ignorarla.

-Buenos días, Dom.

Asesinaría a cualquier otra persona que acortase así mi nombre, pero me encanta que seas tú quien lo haga. Sonrío en respuesta, haciendo que mi pelo rubio ondule como un velo dorado a cada paso.

-¿Qué tal el día?

-No ha sido gran cosa. Historia es aburrida, pero ahora nos toca Aritmancia. Me gusta bastante, así que posiblemente la mañana mejore.

Como si no me supiera de memoria tu horario. Como si no conociera tus asignaturas preferidas, las que menos te gustan y las notas que sacan.

-Eso espero.

-¿Qué tal tu mañana?

Se que es absurdo que mi pulso se acelere por una conversación tan banal como esta, y sin embargo lo hace. Eres mi droga, te necesito. Y cada vez necesito más de ti. Cada vez más. Cada vez más desesperadamente y me temo que nunca tendré suficiente.

Abro los labios para contestar cuando Hydra tironea de tí.

-¡No tenemos tiempo, vamos a llegar tarde!

Te despides con un gesto mientras ella te arrastra y yo contengo el aliento antes de apoyarme en la barandilla de la escalera y exalar un suspiro. ¿Cuantos años llevas robándome el aliento? ¿Cuantos millones de suspiros más vas a arrancarme?

-¡Dom!

Me giro demasiado rápido para recomponer mi expresión de sorpresa al verte volver atrás para buscarme. Tu voz es oscura y cálida, al igual que tus ojos. Los ojos más profundos que jamás halla visto. Secretos océanos de sombras por los que daría el alma a cambio de surcarlos.

-¿Si?

-Espera, un poco más.

Me miras como si compartiésemos un secreto. Como si fueramos cómplices de mis más inconfesables fantasías. Haces que me ruborice y me pierda.

-¿Qué? ¿A qué?

-Ya sabes. No queda mucho, lo prometo.

Y te vas haciendo que mis esperanzas más alocadas hagan latir desbocado este pobre corazón atenazado por el miedo

domingo, 12 de febrero de 2012

Nómada

El hielo me abraza. El aire gélido acuchilla mis pulmones, se adhiere a cada milímetro de mi rostro arañándolo.


Quería frío. No puedo quejarme.


Grito en silencio. Quisiera poder gritar de verdad. Respiro con dificultad. Y lloro. No sabes lo que duele llorar cuando el frío es tan indomable. ¿Has visto una lágrima congelada? ¿Te has arrancado alguna vez de tu piel ese pedacito de hielo que brota del alma?


Es lo que yo quería, así que no tengo derecho a quejarme.


También quise ser olvidada. También pedí poder marcharme cuando quisiera, ser nómada, no importar a nadie. Así que no tengo derecho a sentirme así por conseguir lo que quería. Y lo sigo queriendo, pese a las lágrimas. Es más fácil vagar a donde mi estrella me guíe si nada ni nadie me ata a ningún lugar en concreto.


Romper todos las cadenas antes de que duelan cuando tenga que marcharme.


Por que tendré que marcharme.


Es lo que quería, es lo que sigo queriendo. Pero a veces duele. Dios, ¿a quien miento? Siempre duele, pero hay veces que es imposible olvidar ese dolor que normalmente escondo sin problemas en algún lugar de mi alma.

domingo, 5 de febrero de 2012

Todo esta bien.

Todo esta bien.

Nuestro mundo es casi perfecto.

Todos trabajamos, luchamos un poco para alcanzar esa comodidad que nos merecemos. Y, sí, ayudamos a quien podemos. Pero de tres a cuatro los miércoles, por que es cuanto podemos permitirnos sin que nos afecte a ese estilo de vida por el que tanto nos hemos esforzado.

Y nuestro mundo es perfecto. Es fácil. Puede que no todos tengamos las mismas comodidades pero en este maravilloso primer mundo todos tenemos casi las mismas oportunidades y quien no las aprovecha es culpable de su suerte.

Es agradable creer eso.

Es fácil creer eso.

Es mejor para nuestra propia felicidad creer eso que darnos cuenta de que hay quien vive en su propio infierno en la casa de al lado. Pero, ¿quien somos para meternos en su vida? Es complicado, es difícil, es frustrante.

No.

Mejor lo olvidamos.

Mejor decidimos que son culpables en cierta medida de su propio infierno, ignorando que son los más débiles, que no tienen nadie a quien recurrir, que no tienen ningún sitio a donde ir. Ni siquiera nadie que les diga que les importan, que estarán a su lado si no necesitan.

Mejor decidimos que es un inmigrante quitándonos nuestro puesto de trabajo, en vez de comprender que esta huyendo de algo tan terrible que merece la pena enfrentarse a un mundo desconocido en un idioma desconocido. Mejor decimos que es una niñata tratando de llamar la atención en vez de comprender lo sola y desolada que debe de sentirse esa adolescente al tratar de quitarse la vida. Mejor ignoramos a ese niño problemático en vez de darnos cuenta de que es un niño que no tiene a nadie que le abrace por las noches, no tiene un padre ni una madre que le diga que le quiere, que se preocupe por el, que le haga creer en el mismo.

Mejor cegamos nuestros ojos con el show más absurdo que nos escupa la tele, y tapamos nuestros oídos con la ultima canción enlatada que nos sirva el cantante pop de moda.

Eso sí, pagando por la música y la tele por cable, no nos vayan a confundir con esos desalmados que apoyan la piratería, perjudicando a las estrellas que admiramos. Y es que eso es de no tener corazón...

viernes, 27 de enero de 2012

Cepillo de dientes.

Abro los ojos cuando los primeros rayos del sol acarician mi rostro. Sé que tengo unos minutos antes de que suene el despertados y me estiro, enterrándome bajo las sábanas. Ojos cerrados, haciendo que las puntas de los dedos de mis pies toquen la base el colchón y mis manos el cabecero de la cama. Aguando unos segundos antes de exhalar el aire y rodar afuera de la cama.

Una de mis tantas pequeñas manías que repito rutinariamente.

Camino descalza, en ropa interior, al baño donde cierro los ojos antes de encender la luz, y estiro la mano para coger a tientas el cepillo de dientes. Y entonces mi mano choca con otro, haciéndome abrir los ojos y que me quede unos instantes mirando en silencio los dos cepillos de dientes que comparten vaso.

Dos.

Que haya logrado asumir que siento algo por él muy parecido a lo que el siente por mi, incluso haber logrado asumir después de años que tenemos una relación no evita que cosas como esta me sorprendan. Ver cómo se ha colado en mi vida, transformando mi rutina en detalles tan insignificantes como este.

Y no puedo negar (aunque JAMÁS lo reconoceré) que esto me asusta. Sí, tengo miedo a abrirme, a aceptarle completamente, a necesitarle y que luego el se vaya, dejando un vacío demasiado grande, un vacío imposible de rellenar. No soporto necesitar a nadie.

Pero le quiero. No puedo volver a negarme lo que siento.

Suspiro, cogiendo mi cepillo y reparando en su toalla, su ropa junto a la mía en el cesto de la ropa sucia y miles de pequeños detalles suyos que impregnan mi mundo. Y me doy cuenta de que el ya ha sobrepasado el punto de no-retorno. Es la única persona que ha logrado (a base de años y años de insufrible paciencia) resistir a mi lado y atravesar todas mis cautelosas defensas.

¿Y si ahora le diera por irse?

Mi reflejo tiene una expresión preocupada.

Pero no puedo vivir con miedo. Porque en el fondo se que la razón de todas mis defensas es el miedo. Miedo a volver a sentirme abandonada, como cuando papá dejó la casa. Como cuando mamá se desentendía de mí. Miedo.

Y la vida es demasiado corta para vivirla con miedo. 

Aún así...

No te atrevas a abandonarme. Nunca. Ni se te ocurra, ahora que has conseguido hacer que me sienta insegura, asustada, dependiente y completamente enamorada.

jueves, 19 de enero de 2012

Temperas.

-Quiero pinturas.

-¿Y a mí qué?

-¿Podrías conseguírmelas, por favor?

-Son caras.

-Por favor,  llevo encerrada meses. Necesito al menos poder pintar o voy a volverme loca.

-Me da igual.

Pero una semana más tarde al llegar a casa arrojó en un rincón pinturas y varios lienzos. Era así siempre: Con ella nunca sabía a qué atenerme. Normalmente era cruel, pero algunas veces...

Desde que volví a trazar la primera línea violeta rompiendo el silencio blanco sentí que la vida aun podía tener algún sentido. El pincel voló en mi mano y mi mente se vaciaba al tiempo que la tela blanca se llenaba de colores que narraban lo que jamás contaría de otro modo. Mi mundo, mi refugio, mi hogar, el único hogar que de verdad era mío. El mismo mundo al que escapaba cuando vivir con mi hermano se convirtió en una pesadilla peor de la que nunca pude imaginar.

El único sitio donde seguía siendo pura.

A ella le gustaba mirarme mientras pintaba. Solía colocarse detrás mía, en silencio, y observar por encima de mi hombro como el lienzo se convertía en una ventana desde la que vislumbraba mi mundo, ese mundo que ella ansiaba conocer, comprender y poseer. Le gustaban mis cuadros, y podía observarlos durante horas. Trataba de descifrar mi mundo, trataba de entender el mensaje cifrado en témperas.  Y demasiadas veces lograba hacerlo.
A veces, cuando la hacía enfurecer, los destrozaba delante mía, aunque le doliese más que a mi. Y le dolía más que a mi.

Me enfrascaba tanto cuando pintaba que tardaba algún tiempo en volver a la realidad. Una vez mi hermano mi hermano empezó a golpearme y hasta que mi sangre no salpicó el lienzo no fui consciente. Debía llevar un rato ensimismada, con el pincel aún en la mano mirando mi ultima obra terminada cuando Jack me limpió la pintura que manchaba mi pómulo haciendo que parpadease desorientada volviendo al mundo real.

-¿Soy yo?

Señaló la esbelta sombra negra que se recortaba sobre el fondo de varios tonos de rojo. Asentí.

-¿Tú?

Me sorprendió que me reconociera como el pájaro azul y amarillo, apresado en una jaula de espinas donde debiera estar el pecho de la sombra. Asentí nuevamente.

Acarició mi cabello, pensativa. Cuando sus dedos finos y fríos acariciaron suavemente mi nuca me provocaron un escalofrío que recorríó todo mi cuerpo haciéndome estremecer. Con ella nunca sabía a qué atenerme.

-Me gusta.-Murmuró finalmente.

Y no pude evitar volver a sonreír por primera vez en años.

lunes, 16 de enero de 2012

Princesa.

Para Nico:


Silencio.
¿Estás llorando?
Cállate.
Deja de moverte. 
Deja de llorar.

En fin, no sé por qué me sorprendo. Siempre has sido una princesita incorregible. Al menos hazme el favor de suplicar por tu vida con esos ojitos. No soporto tus ojos. Tienes ojos de ratón asustado. No soporto mirarlos...
Tú lo has querido...

¡Oh, estupendo! ¿Vas a seguir gritando así hasta que pierdas el sentido? Puedo volver a ponerlos en su sitio, pero no creo que vaya a servirte para mucho. Bueno, ahí los tienes. Ojos del ratón al revés. Lo siento, princesita, no puedo evitar reírme.  Tú, siempre tan preocupada por tus ridículos vestidos, tus ridículos peinados y tu ridículo aspecto. Tendrías que verte ahora. Ah, no, que no puedes... 

Ojalá pudiera verte así.

Ya hemos jugado demasiado.
¿No crees?
Silencio.
He dicho que te calles.
Tienes oídos, ¿no? ¿O quieres que también te los arranques?

No me culpes a mi. Yo no quería convertirme en esto. Yo no pedí ser un monstruo, pero mientras que tú vivías en la luz, yo me arrastraba en las sombras. Tu mundo era alegre e inofensivo porque lanzabas al mío todo lo que no soportabas. Cada insulto, cada temor, cada odio... Si, sobre todo odio. No lo soportabas y lo mandabas a mi mundo.
Y mientras tú reías mientras te arreglaban el pelo, creabas un monstruo sin ser consciente. Un monstruo que olvidabas, pero yo nunca te he olvidado. Un monstuo lleno de miedo, de dolor, de pensamientos oscuros, de locura, de odio. A tí. Un odio indescriptible. Un odio que me devora por dentro y nos devora a ambas.

Y ya he explotado.
Me has alimentado demasiado, princesa.
Así que he roto la barrera.
Una parte de ti siempre ha sabido que este día llegaría, porque yo lo sabía. 
Porque somos lo mismo.

No te preocupes, no tardaré mucho. Hemos perdido mucha sangre. El pulso me tiembla, y tu ya apenas gimes. No hay vuelta atrás. Las cuencas de los ojos me arden. Todo esta oscuro y rojo. Nos vamos juntas, princesita.
No me odies. Tú me creaste porque no podías soportarte. Pero no puedes huir de tu misma. 
Lo siento, princesa. Aqui termina todo.

viernes, 13 de enero de 2012

2

No te tengo miedo.

No lo soportas, ¿verdad?

No suelen mostrar tu verdadera cara nunca, y cuando lo haces todos te temen. Y disfrutas de esa sensación. Te hace controlar la situación, te hace estar por encima, te hace controlar a quien quieras. Ser dueña y señora de la vida y la muerte. 

Eso es lo que conoces, eso es lo que te gusta. No esperas otra cosa. Pero cuando me muestras tu verdadera cara yo no me asusto. No te tengo miedo. No soy tan ingenua como para no respetarte, tus golpes duelen. Pero no me asustas como desearías, y eso te saca de tus casillas. Deseas matarme, deseas matarme con toda tu alma, y yo deseo que lo hagas. Pero te gusta matar lo que posees, y a mi eres incapaz de alcanzarme. Y eso te destroza por dentro, ¿verdad?

Porque yo no soy tuya. Y por eso me deseas, porque sabes que no te pertenezco y no sabes como conseguir que lo sea.

Me susurras amenazas al oído. Me encierras en pequeños y fríos espacios durante días. Me provocas tanto dolor de las formas más creativas que me haces perder el sentido. Me insultas con las palabras más hirientes, y nada de eso me afecta como querrías que lo hicieras.

¿No lo entiendes? No puedes poseer a alguien que pertenece a la muerte. Esta vez el miedo no va a lograr que sea tuya, como las otras. No puedes poseerme porque mi alma ya pertenece a un amo mayor que tú.  No puedes matarme porque ya estoy muerta.

martes, 10 de enero de 2012

1

Hay algo que nunca debes pensar:

No puede ser peor.

Es como maldecirte a ti mismo.

Lo pensé cuando madre murió, y entonces padre cayó enfermo.

Lo pensé cuando padre estaba enfermo y entonces nuestra hermana pequeña enfermó también.

Lo pensé cuando ambos estaban al borde de la muerte, y entonces murieron.

Volví a pensarlo cuando Edward y yo llorábamos a nuestra familia, aguantando el hambre, y sin saber qué iba a ser de nosotros.

Y entonces el cambió. Y sí, nos salvó de morir de hambre. 

A cambio de venderme.

Al principio me convenció con palabras. Luego con golpes. Traía hombres a casa y ellos...

Nunca he soportado ser consciente de lo que me hacían.

Pero Edward empezó a ser avaricioso. No quería lo justo para sobrevivir. Dejé de ser su hermana a sus ojos para convertirme en su forma de ganar dinero, de vestir elegantemente, de pagarse el tabaco y otros lujos. Y ya no bastaba con que recibiera un hombre o dos durante las noches si no que yo tenía que ir a buscarlo, y recorrerme las frías calles londinenses vendiendo mi cuerpo y mi alma por él.


Y día a día, no soportaba convivir con lo que me había convertido. No podía seguir viviendo conmigo. Incluso si me condenaba al infierno yo no podía más. Simplemente no quería seguir viviendo.

Lo bueno de querer morir es que le pierdes el miedo a todo.

En las calles se respiraba el miedo. No era porque nos estuviesen matando, siempre desaparecía alguna de nosotras de vez en cuando. Era por lo que hacían con el cuerpo después de matarlas. O mientras las mataban.
En cualquier caso, yo nunca tenía mucho miedo, porque la mayoría de las veces las envidiaba.


Pero entonces sentía su presencia. Sentía sus ojos espiándome y sabía que yo sería la siguiente. Lo intuía de algún modo paranoico pero certero. Yo era la siguiente y lo que me perseguía tenía poco de humano.


Él me golpeó de nuevo antes de encerrarme en mi cuarto. Decía que no había ganado lo suficiente. Que era estúpida hasta para eso. Que siempre había sido una niña mimada, pero que mamá y papá ya no estaban para consentirme y tenía que trabajar para comer. 
-Ni siquiera es un trabajo. Es algo placentero.- Dijo con una sonrisa burlona y sentí ganas de vomitar.
No lo soportaba. No soportaba que volvieran a tocarme, que volvieran a besarme. No soportaba su olor, ni el peso de sus cuerpos contra el mío. Lloré, deseando que mis lágrimas fueran ácido que me deshiciese el rostro.


Y me dije que bastaba.


No tenía sentido seguir.


Me sentía tan vacía que me costaba creer que alguna vez hubiese tenido alma.


Esperé hasta oír como se marchaba, y entonces salí de mi cuarto. Podía haber cogido un cuchillo, pero preferí golpear mi reflejo en el cristal hasta coger una esquirla de cristal. La giré entre mis dedos. Brillaba. 


Y algo me dijo que me diera prisa porque él acababa de descubrir que estaba sola. Y lo que ese "alguien" me iba a hacer iba sería mucho más doloroso.


El cristal mordió con sus dientes afilados mi piel. Lágrimas de sangre empezaron a deslizarse, cálidas y silenciosas, mientras yo ahogaba gemidos. Dolía, pero no tanto como temía. Y reí casi aliviada de lo fácil que resultaba. ¿De verdad se acabaría todo tan fácilmente? ¿Por qué no lo había hecho antes?


Me tumbé sobre el frío suelo. Mi vista empezaba a nublarse. Suspiré.


Entonces llegó.


-¿Qué haces?


Su voz estaba furiosa. Mi visión demasiado borrosa para discernir algo en su rostro en sombras envuelto en una aureola de pelo oscuro. Me zarandeó. Gemí con desgana.


-¡No puedes matarte! ¡No es justo! ¿Sabes cuanto tiempo llevo estudiándote? ¿Sabes cuanto tiempo hace que eres mía?


Mi visión se aclaró lo suficiente para distinguir su mirada. Tenía ojos de depredador. Fríos y llameantes. Desde el primer momento supe que tarde o temprano me mataría.


-No vas a arrebatarme algo que es mío.- Gruñó, y cargó conmigo.-Morirás cuando YO quiera que mueras. Y no así. No tan fácil.


Protesté con un gemido, intentando deslizarme hacia la muerte, hacia la inconsciencia. Y casi lo consigo. Casi.


Nunca volví a tenerlo tan fácil