Me quedé muy quieta, conteniendo el aliento mientras el robusto hombre que un segundo atrás acariciaba con avidez mi cintura me miraba con las pupilas dilatadas de sorpresa y un grito mudo más de perplejidad que de pánico. Y es que la muerte no suele entrar en nuestros planes. (Aunque tengo asumido que yo soy ligeramente distinta a la mayoría.)
Cayó de rodillas a mis pies. La sangre manaba como un paño oscuro en torno a su cuello. Sabía que a ella no iba a gustarle que su sangre me hubiese manchado las mejillas. Era sanguinaria, pero eso no quería decir que cualquier tipo de sangre fuera bueno, ni siquiera aceptable, para su gusto. Al igual que el vino, tenía que seleccionar cuidadosamente su botella. La sangre de ese hombre no bastaría nunca para satisfacer su sed.
Su silueta surgió de las sombras, agarrando el cabello del hombre, obligándole a mirarme.
-Es hermosa, ¿verdad? Lo sé. Comprendo por qué querías poseerla. Es preciosa, y es mía.
Me estremecí. Un estertor ahogado surgió de la garganta del hombre. Jack sonrió de lado mientras las dos esmeraldas de sus ojos, clavados en mí. Se agachó para que su boca quedara a la altura del oído del hombre.
-Entiendo, es imposible mirarla y no desear poseería. Pero soy clemente. Merece la pena morir por ella, así que te dejaré mirarla mientras mueres.
Tiemblo. Los ojos del hombre se velan, pero siguen fijos en los míos. Entonces, con un movimiento rápido y letal, como el de una cobra, un segundo corte más profundo se abre en su garganta y el hombre muere en las manos de Jack. Le arroga a un lado y se acerca a mi, con el rostro ladeado. Sus ojos son dos frías hogueras verdes que buscan cualquier atisbo en mi rostro que le revele que siento. Sigo siendo un misterio para ella porque aún lo soy para mi misma.
¿Qué debo sentir? Tiemblo, pero no de miedo. Tengo el corazón oprimido, pero no de pena. Golpea con fuerza mis costillas, pero no soy capaz de poner nombre a ninguna de las emociones que recorren cada centímetro de mi ser. Lentamente, exalo el aire que me quema en el pecho. Y ella sonríe.
Es un ángel de alas de sangre. Aunque cualquier comparación de ella con algo celestial es una herejía. Es inhumana, fría, astuta, magnética, protectora de la forma más retorcida y enfermiza. Es un diablo, mi diablo de la guarda. Y me protegerá de todo hasta que decida matarme.
No es un mal trato para alguien como yo.
Toma mi mano y la besa con cuidado antes de llevarme por las sombras. Escapando. Perdiéndonos por las más siniestras y oscuras calles de la más siniestra y oscura cuidad.
Un ángel? No me considero tan poderosa como para llegar a tal ente... pero las alas de sangre me parecen una alegoría perfecta.
ResponderEliminarDeberías dibujarme así de vez en cuando.
Y en cuanto a ese adefesio que dejamos en medio de la calle... fíjate, ni si quiera se merecía que alguien como yo lo matara de verdad.
Te prometo, Lis, que el próximo será perfecto.