Es más fácil cuando te subestiman.
Sirius estaba montando una rabieta en toda regla de nuevo. Gritaba tan alto que me costaba concentrarme en peinar a la muñeca que sostenía en mi regazo. Se quejaba de mi, que no le gustaba, que no quería que estuviese en la casa, que no podían obligarlo a estar con una niña tan estúpida que ni siquiera sabía hablar.
Su idioma era seco, frío, sin la mínima elegancia o dulzura. Pero que no le gustase y que aun no lo hablase muy bien no quería decir que no lo entendiese. Comprendía cada una de las palabras que él decía, cada uno de los insultos y las frases también duras, que su madre le respondía. Pero era más fácil desconectar y dejar que pensasen que no sabía lo que decían.
Pero cuando las palabras le hicieron demasiado daño salió en silencio. No quería que la viesen llorar. Echaba de menos Francia. Echaba de menos a su abuela, su voz suave y dulce, sus abrazos, su olor...
Salió al jardín. Para variar estaba lloviendo, así que se quedó sentada bajo el porche. No había nada en ese país por el que ni siquiera mereciera estar en el mapa.
-No te preocupes, es mejor que no les entiendas.-Dijo una voz amable y tímida.
Regulus estaba sentado en una esquina del porche, y no había reparado en él hasta ese momento. Tenía una sonrisa calmada, como si la comprendiese. Como si de verdad sintiese simpatía por ella.
-A mi me gustaría no entenderles la mayor parte del tiempo.
-Yo entiendo.
Sus ojos brillaron y en sus labios esbozó una sonrisa sorprendida.
-¿Por qué no lo has dicho antes?
-Nada que decir.-Respondí, torpemente, encogiéndome de hombros. La sonrisa de él se hizo un tanto traviesa. Sus ojos oscuros brillaron de un modo que me hizo sonreír a mi también. Quizá si que hubiera algo bueno en Inglaterra, después de todo.
-Eres lista. Deberías responderles algo. Que se queden sin saber que decir.-Negué suavemente.
-No digas nada a ellos.
-Esta bien, sí sigues hablando conmigo cuando no halla nadie.-Asentí, sintiéndome feliz por primera vez en esa casa.-Será nuestro secreto.
Me gustó esa palabra. Me gustó tener un secreto con ese chicos de ojos negros y cálidos.
Su idioma era seco, frío, sin la mínima elegancia o dulzura. Pero que no le gustase y que aun no lo hablase muy bien no quería decir que no lo entendiese. Comprendía cada una de las palabras que él decía, cada uno de los insultos y las frases también duras, que su madre le respondía. Pero era más fácil desconectar y dejar que pensasen que no sabía lo que decían.
Pero cuando las palabras le hicieron demasiado daño salió en silencio. No quería que la viesen llorar. Echaba de menos Francia. Echaba de menos a su abuela, su voz suave y dulce, sus abrazos, su olor...
Salió al jardín. Para variar estaba lloviendo, así que se quedó sentada bajo el porche. No había nada en ese país por el que ni siquiera mereciera estar en el mapa.
-No te preocupes, es mejor que no les entiendas.-Dijo una voz amable y tímida.
Regulus estaba sentado en una esquina del porche, y no había reparado en él hasta ese momento. Tenía una sonrisa calmada, como si la comprendiese. Como si de verdad sintiese simpatía por ella.
-A mi me gustaría no entenderles la mayor parte del tiempo.
-Yo entiendo.
Sus ojos brillaron y en sus labios esbozó una sonrisa sorprendida.
-¿Por qué no lo has dicho antes?
-Nada que decir.-Respondí, torpemente, encogiéndome de hombros. La sonrisa de él se hizo un tanto traviesa. Sus ojos oscuros brillaron de un modo que me hizo sonreír a mi también. Quizá si que hubiera algo bueno en Inglaterra, después de todo.
-Eres lista. Deberías responderles algo. Que se queden sin saber que decir.-Negué suavemente.
-No digas nada a ellos.
-Esta bien, sí sigues hablando conmigo cuando no halla nadie.-Asentí, sintiéndome feliz por primera vez en esa casa.-Será nuestro secreto.
Me gustó esa palabra. Me gustó tener un secreto con ese chicos de ojos negros y cálidos.
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