viernes, 27 de enero de 2012

Cepillo de dientes.

Abro los ojos cuando los primeros rayos del sol acarician mi rostro. Sé que tengo unos minutos antes de que suene el despertados y me estiro, enterrándome bajo las sábanas. Ojos cerrados, haciendo que las puntas de los dedos de mis pies toquen la base el colchón y mis manos el cabecero de la cama. Aguando unos segundos antes de exhalar el aire y rodar afuera de la cama.

Una de mis tantas pequeñas manías que repito rutinariamente.

Camino descalza, en ropa interior, al baño donde cierro los ojos antes de encender la luz, y estiro la mano para coger a tientas el cepillo de dientes. Y entonces mi mano choca con otro, haciéndome abrir los ojos y que me quede unos instantes mirando en silencio los dos cepillos de dientes que comparten vaso.

Dos.

Que haya logrado asumir que siento algo por él muy parecido a lo que el siente por mi, incluso haber logrado asumir después de años que tenemos una relación no evita que cosas como esta me sorprendan. Ver cómo se ha colado en mi vida, transformando mi rutina en detalles tan insignificantes como este.

Y no puedo negar (aunque JAMÁS lo reconoceré) que esto me asusta. Sí, tengo miedo a abrirme, a aceptarle completamente, a necesitarle y que luego el se vaya, dejando un vacío demasiado grande, un vacío imposible de rellenar. No soporto necesitar a nadie.

Pero le quiero. No puedo volver a negarme lo que siento.

Suspiro, cogiendo mi cepillo y reparando en su toalla, su ropa junto a la mía en el cesto de la ropa sucia y miles de pequeños detalles suyos que impregnan mi mundo. Y me doy cuenta de que el ya ha sobrepasado el punto de no-retorno. Es la única persona que ha logrado (a base de años y años de insufrible paciencia) resistir a mi lado y atravesar todas mis cautelosas defensas.

¿Y si ahora le diera por irse?

Mi reflejo tiene una expresión preocupada.

Pero no puedo vivir con miedo. Porque en el fondo se que la razón de todas mis defensas es el miedo. Miedo a volver a sentirme abandonada, como cuando papá dejó la casa. Como cuando mamá se desentendía de mí. Miedo.

Y la vida es demasiado corta para vivirla con miedo. 

Aún así...

No te atrevas a abandonarme. Nunca. Ni se te ocurra, ahora que has conseguido hacer que me sienta insegura, asustada, dependiente y completamente enamorada.

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