lunes, 31 de octubre de 2011

Detenerte.

Sólo quería detenerle.


No había nada entre nosotros. No sentía nada por él. Nada. Pero él a veces jugaba a provocarme y si yo respondía era... Bueno, para demostrarle quien estaba al mando. 
Es cierto. Nada más.


Sólo quería detenerle.


Estábamos a solas en los calabozos y él estaba demasiado cerca. Nuestros cuerpos se rozaban y el tenía los ojos clavados en los míos. Retándome. No podía irme y dejar que el pensase que huía de algún modo de él, así que me crucé de brazos y le miré desafiante, sosteniendo su mirada esmeralda mientras él se acercaba tanto a mí que notaba el calor que emanaba de su piel.
Entonces rompió la inexistente distancia con un beso.


Sólo quería detenerle, así que me mantuve muy quieta mientras él me besaba, tanteando en mi cinturón hasta dar con las esposas. Fui rápida. Le empujé con mi cuerpo contra las rejas. Encerré una de sus muñecas con las esposas y alcé sus brazos, trabando las esposas a los barrotes por encima de su cabeza antes de cerrar el otro extremo atrapando su otra muñeca.


Corté el beso para mirarle con una sonrisa cruel. Estaba totalmente a mi merced y esperaba ver algo de miedo o respeto en su mirada. Pero él simplemente mantenía mi mirada. No estaba asustado, ni siquiera intimidado. Me miraba como si compartiésemos un secreto, un juego, una relación... Algo.


No, Fletcher.


No trates de confundirme.


Le agarre del cuello y le empujé con fuerza contra las rejas. Desgarré su camisa con mis largas uñas. Temblaba, pero no de miedo. Mordí su piel, con furia.


Sólo quería que se diese cuenta de que no estaba jugando con él. Sólo quería que se diese cuenta de que yo estaba al mando. 


Su piel era dulce y suave. Quise desgarrarla a mordiscos pero no pude. Despues de todo, era poco más que un niño. Sólo quería asustarle pero él no parecía dispuesto a perder el miedo. Le desnudé completamente, con violencia. Su cuerpo estaba en completa tensión y estaba totalmente excitado. Me hizo sonreir cruelmente.
Me deseaba.
Eso hacía que tuviese más recursos para torturarlo.


Me alejé con pasos lentos sintiendo su mirada expectante. Me puse de espaldas a él para irme quitando la ropa todo lo lentamente que era capaz. El aire era frío y sentía su mirada ardiente en cada trozo de piel que quedaba expuesto. Me di la vuelta de forma sugerente para mirarle con aire altivo.


Sólo quería demostrar quien estaba al mando.
Y perdí.
Sus ojos eran dos refulgentes imanes verdes. No debí mirarlos. Tenía los mismos ojos sabios e hipnóticos de un dios de las serpientes. Quería acariciar y besar cada uno de los resquicios de mi piel. Y de algún modo, sus ojos hicieron que ese deseo irrefrenable se multiplicase en mí.


Rompí la distancia. Como si fuera un animal hambriento que cayese en una trampa. Me lancé sobre su cuerpo y recorrí caminos inexplorados por el con mis dedos y mis labios. Mordí, besé, lamí y acaricié, disfrutando de sus intentos por ahogar los gemidos y jadeos. Cuando no pude resistirme más, me aferré a los barrotes y trepé por ellos para colocarme sobre él y hacer que entrase dentro de mí.


No era realmente consciente de su gritaba o gemía. No era consciente de mis reacciones, sólo de su respiración contra mi piel, de su cuerpo contra el mío, de sus labios besando mi cuello.


Más tarde, borraría todos esos recuerdos de un paraíso prohibido para mí, detestando por haber sido tan débil y odiando con toda mi alma a ese maldito crío con el pelo verde.

jueves, 27 de octubre de 2011

Sometimes I'm just going
 

                                        d          
                               n                       D
                        a                                    O
                                                                    W
        P                                                               N
   U

miércoles, 26 de octubre de 2011

Sol


La casa no era demasiado grande, pero sin él...

El pasillo parecía infinito, las paredes lejanas, el piano: Un mero objeto viejo y absurdo.

Le echaba de menos. Le echaba de menos tanto que casi dolía físicamente.

Hacía frío. Las corrientes de aire gélido recorrían la casa como espíritus silenciosos. Le había prometido que seguiría riendo, que no perdería la sonrisa, pero era incapaz de mantener su promesa. ¿Dónde estaría? ¿Estaría bien? Quiza estuviera deslumbrando a todos con el brillo cegador de su aura dorada, o quizá se estuvieran metiendo con él por su forma de vivir la vida, distinta de la de los demás. Y esa estúpida enfermedad había hecho imposible que ella pudiera acompañarle como hacía en cada uno de sus viajes, para desafiar con sonrisas perversas a quien osaran mirar mal a su marido, a su sol brillante, a la luz de su vida. 

Y ahora ¿donde estaba? ¿Por qué no le había pedido que se quedara con ella? Lo habría hecho, de eso estaba segura...

Pero ningún hombre, ni ninguna mujer, puede soñar con arrebatar la luz del sol al mundo. Ni siquiera ella. 

Estaba tumbada en la cama, apática, a pesar de haberse recuperado de su enfermedad. Y de pronto algo cambió dentro de ella, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y se le escapó una risita traviesa.

Y lo supo.

No hacía falta ninguna carta, ni que nadie se lo advirtiera. Estaba volviendo. Estaba tan cerca de ella que su alma ya podía notarlo y hacía que su corazón se agitase de alegría.

Se río contra la almohada al pensar que, si se lo contase a alguien, todos la tratarían como una loca, y tal vez tuvieran razón. Pero no le importaba.

Su sol volvía a casa. Por fin amanecía de nuevo.

martes, 18 de octubre de 2011

Dormida

Me gusta mirar como duermes.


Tu piel es suave, y blanca. ¡Tan blanca! La recorro con la yema de mi índice. Tu piel es un lienzo donde dibujar mi obra. Un lienzo que he cubierto de ríos escarlata y lagos de un oscuro color vino. Un lienzo tan blanco que cada una de mis pinceladas destaca con sorprendente belleza. 


Tú eres mi musa y yo visto tu desnudez con arte.


Duermes. Estás terriblemente bella dormida. Tu voz era demasiado aguda, demasiado expresiva. Tus gritos amenazaban con romper la magia con la que te creaba. Había demasiado miedo en tu voz, y en  tus ojos cuando estabas despierta, y no, no queremos miedo. Ni respiración agitada. Ni lágrimas que borren la sangre de tus mejillas. No.


Duerme. Sin el golpeteo incómodo del corazón contra tu pecho. Sin que tu pecho se mueva al tener que inspirar aire. Duermes eternamente hermosa, mi bella durmiente. Mi musa. Mi lienzo. Mi amada


Rojo contra blanco. Valles amoratados entre tus colinas cubiertas de nieve. Tu piel es tan perfectamente blanca. Te adoro. Te amo con toda mi alma aunque ya nunca sepa tu nombre. Lirio, Cisne, Reflejo de luna. Blanca. Pura. 


Sigues dormida, perdida en sueños, con los ojos muy abiertos. Tomo tu mano fría y pálida y deposito un beso en el dorso antes de marcharme. Me quedaría aquí contigo, pero ya sabes que los artistas somos unos incomprendidos y hay quien considera un crimen mi arte.


No nos comprenden, mi musa de marfil. Tú tampoco lo hacías antes de que te hiciese dormir, pero ya lo entiendes. Y me amas por lo que te he hecho. Deslumbra con tu cegadora belleza a quienes te vean, mi ninfa de niebla, yo me llevo tu recuerdo para siempre grabado en mis más bellos recuerdos.


Y tu sabor, dulce y metálico, en mis labios.

viernes, 14 de octubre de 2011

Cross over.

-¿Te suicidaste?-Pregunta Cassandra, sentada en el suelo, una pierna flexionada, la otra reposando y los brazos cruzados en su habitual postura defensiva.

-¿Le vendiste a ese bicho tu voluntad?-Responde Sandra, sarcástica, alzando una ceja, en una postura casi idéntica a la de la cazadora que suelta una carcajada.

-No le conoces. Es peor y más listo que el demonio.

-No me hables de demonios.-Gime Sandra.-Además, me arrepentiré de haberme matado toda mi vida... O lo que sea esto.

A pesar del sarcasmo, ambas se entienden bien. Ambas se comprenden. Ambas son lo mismo, igual que cada persona de las que está en ese sitio.

-¿Es este el club de las muertas?-Pregunta Emily, con una sonrisa amigable. Se hecha el velo raído de novia hacia atrás, guiando a Sybelle que se deja llevar como sonámbula.

-Ni se te ocurra acercármela.-Gruñe Cassandra, entrecerrando los ojos con la vista fija en Sybelle mientras sus manos se cierran en torno a la estaca.

Emily se encoje de hombros y conduce a la vampiresa hacia de nuevo al piano, donde las dos empiezan a tocar. Sybelle vuelve a su eterna Apasionatta así que Emily, un poco aburrida de esa canción, empieza a hablar con Maya, la chica de sonrisa amable pese a sus llamativos ojos rojos y su cabello completamente blanco, que le hace saber por señas que no puede hablar.

Nada puede sorprenderlas. (Sorprenderlas, ya que, menos el mediano que juega como si fuese un crío con la otra hobbit y la sonriente Constanze, todas son mujeres. O niñas.) Están en un lugar extraño que cambia y se ajusta a lo que necesitan, hablando y descubriendo que todas comparten alma. Aunque sean tan distintas.

Muchas han muerto de un modo u otro, pero sólo Campanilla es un fantasma que revolotea emocionada de poder hablar con ellas.

-Yo quiero a Peter, pero es muy cruel.-Gimotea, y Harley asiente vehementemente, diciendo que la entiende. Pero es Deneb quien se acerca tímidamente para preguntar a la niña fantasma sobre su Peter.

-Yo también tengo un Peter Pan.-Confiesa ruborizándose.-Y... Bueno. Es quien da sentido a mi vida.

-¡Es que es el amor el que da sentido a nuestra vida! ¡Todas necesitamos a nuestro caballero....!-Suspira Harley, antes de ser cortada secamente por varias voces.

-No.-Sandra.

-No.-Vanessa.

-No.-Cassandra

Maya niega lentamente. Linny y Pip, los medianos se ríen a carcajadas y Ai mantiene su frío silencio.

-Entonces, ¿Qué es lo que tenemos en común?-Pregunta Constanze, mirando con recelo a las otras.

-Creo que todas nosotras hemos estado... Torturadas de algún modo.-Comenta Ai, recorriendolas a todas con la vista. Su cuerpo de niña contrasta con su manera de hablar, mucho más adulta.-Y ante ese hecho traumático reaccionamos de tres maneras: Una volviéndonos "guerreras"

 Señala al sitio sonde Cassandra y Sandra siguen compartiendo sus experiencias. Vanessa se ha unido a ellas y comparte una mirada con Sandra. Ellas comparten algo más que Cassandra no hace. Ambas esconden un sentimiento hermoso, puro, brillante. Ambas lo ocultan para que la oscuridad de sus vidas no lo ensucie. Ambas aman a alguien pero tienen miedo de que las vuelva vulnerables, no pueden permitírselo así que ellas mismas tratan de negárselo. Y ninguna consigue hacerlo del todo.

El gesto también abarca a dos adolescentes (una de ellas tiene ojos grises y con un extraño talismán en el cuello,con el que juguetea, la otra pupila felina y el pelo color caramelo rizado y suelto); a una chica con una sonrisa escalofriante tatuada en su rostro y a una pirata con el pelo en rastas de un rabioso color rojo que pasea de un lado a otro evidentemente incómoda.

-Luego están las que deciden trivializar todo, incluso su propia vida para que nada les afecte.

-Ohhhh ¡Que profundo!-Ríe Harley. Y su risa se contagia a Linny, Pip y Stancie. 

-Lo trivial es en realidad lo único que importa.-Contesta una vampira vestida con gastadas ropas de cuero y estigmas en las manos. 
Vanessa tiene que contener a Cassandra para que no empuñe de nuevo su estaca.-No te preocupes, matamoscas, yo ya he muerto en todas las formas que puedo morir. ¿Y qué mas da?

-¿Y que tal? Yo aun estoy atada a este mundo.-Responde la translúcida Campanilla. La vampira se encoge de hombros, sonriendo.

-Duele más vivir.

-Y por ultimo están las sumisas, las que se vuelven calmadas y... ¿Amables?

La pequeña Ai señaló a la pianista y la novia muerta. Aunque también incluía a Maya, Deneb y a la chica de expresión ida y pelo color chocolate que les había dicho que todas compartían alma. "Lo sé, porque soy vidente."Respondió antes de sumirse en sus visiones.

Vanessa es la que vuelve a dirigirse a la vidente. Cree que se llama Leah, aunque no recuerda que ella halla dicho su nombre. Pero de algún modo todas allí de conocen.

-Vale, compartimos alma. Muy profundo... ¿Y que se supone que hacemos aquí?

-Ella quería juntarnos.

-¿Quién es "Ella"?-Pregunta Deneb.

-Todas compartimos alma. SU alma. Somos trocitos de ella que ha ido moldeando, creando, dándonos nuestro propio mundo y nuestra 
propia vida. Somos ella.

-Me encantaría agradecerle el mundo que me ha dado a mí.-Bufa Sandra.-Pero ¿por qué estamos aquí? ¿Que pretende?

-Escucharnos. Analizarnos. Sentirnos. Porque nosotros la necesitamos y siempre la necesitaremos pero ella... Se esta dando cuenta ahora mismo, mientras escribe esto, cuantísmo nos necesita a nosotras.

jueves, 13 de octubre de 2011

Sœur aînée

Entró en el dormitorio para recoger un poco y se lo encontró sentado en la cama, aún a medio vestir y con la mirada perdida. Su corazón soltó un pequeño quejido de dolor al verle así, y aleteó con miedo.
Siempre temía cada vez que empezaba a ausentarse. La mayoría de las veces terminaba por encerrarse en algún lugar oscuro donde ella no podía llegar para consolarse. Solía ser por Sirius, pero esta vez no. Esta vez era por ella. Y por esa maldita carta.
 Las pocas lechuzas mensajeras que llegaban eran para ella. Siempre para ella, porque Regulus estaba muerto para el mundo. Pero ellos lo compartían todo. Porque eran amantes, pero también confidentes, compañeros, amigos y hermanos. Y a ella no le importaba que él leyese su correspondencia. No solía ser nada importante y era su único y débil contacto con el mundo. Pero esta vez hubiese deseado que no lo leyese, porque esa carta traía noticias (órdenes más bien) que amenazaban con romper la eterna calma de su pequeña isla al margen del mundo.
No habían hablado de ellos. Regulus sólo le pregunto que si ella iría tal y como Bellatrix exigía y ella contestó que no tenía otro remedio. Él se quedó a su lado mientras ella escribía su respuesta y luego se empezó a aislar en si mismo.
Se quedó un tiempo indecisa en la puerta, mirándole. Llevaba puestos los pantalones, pero aún estaba descalzo y sostenía la camisa en sus manos. Parecía tan pequeño… Querría entrar y abrazarle, pero nunca sabía como reaccionar cuando estaba así.
-¿Regulus?-Odió que su voz sonase tan tímida y frágil.
Él ladeó la cabeza, gracias a los cielos, reaccionando.
-Dime, Deneb.
-Vas a resfriarte.
Consiguió que esbozase un leve asomo de sonrisa a la que respondió con ganas. Cruzó la habitación para sentarse a horcajadas sobre sus piernas, quedando a pocos centímetros de su rostro. Aprovechó la corta distancia para inclinarse hacia él y besarle bajo la comisura de sus labios antes de quitarle la camiseta y empezar a vestirle ella misma.
-Además, este otoño es muy frío.
-Sólo para los franceses.
Ella respondió con un mohín, haciendo que pasase el brazo por la manga. Regulus se dejaba hacer, como si fuese un niño. Se dio cuenta de cuantisimo iba a echar de menos momentos como ese.
-Porque en Francia, el otoño es agradable, no como aquí. Sólo lluvia y viento. Y en invierno lluvia, viento y frío.-Bufó, empezando a abotonar la camisa blanca, ocultando su torso pálido y suave.- Es un país deprimente. Et si laid… No me extraña que tengáis el gusto tan…
-Deneb.-La interrumpió él, bruscamente, sujetando sus muñecas y mirándola con demasiada intensidad.-No te vayas.
Una frase corta y contundente que la desarmó. Regulus la abrazó con fuerza, aferrándose a ella. Ocultando su rostro en su cuello.
-No te vayas, no me dejes sólo.-Murmuró, tan bajo que a penas era audible.-Si te pasa algo… Si te pasara algo…
Si hubo un momento en el que Deneb podía haberse echado atrás y huir fue ese, en el momento en el que devolvía el abrazo a Regulus, cerrando los ojos con fuerza y apoyando su rostro contra el pelo oscuro y suave de su amante.
No quería irse. No era capaz de dejarle. Estaba aterrada, aunque no pudiese permitirse mostrar su miedo. Quería gritar que no se iría, que tenían que huir juntos. Que encontrarían otro escondite, otro Nunca Jamás…
Entonces volvió a ser consciente de a quien de enfrentarían.
No, no podían huir porque la perseguirían. La encontrarían. Y cuando le encontrasen a él también… Se estremeció, y Regulus la estrechó entre sus brazos con más fuerza.
Había algo que Regulus no entendía. Y no lo entendía porque su idolatrado Sirius había sido demasiado egoísta. E incluso Deneb, que había sido hija única comprendía. Hay un código no escrito entre los hermanos. Y el mayor protege. Es algo tan obvio como que a la primavera le sigue el verano.
El mayor protege. Es su función. Y ellos eran amantes, pero también confidentes, compañeros, amigos y hermanos. Y no importa el precio que tenga que pagar el mayor por ser el protector, hace lo que tiene que hacer, y eso es todo. Pasa lo que tiene que pasar y, sea lo que sea, esta bien.
Deneb sintió como su miedo se desvanecía. Tenía que dejar de pensar en él como su amante para poder razonar como su hermana mayor. Y una vez que lo consiguió, esbozó una sonrisa tranquilizadora y se apartó de él para mirarle firmemente a los ojos.
-No me va a pasar nada.
-Pero…-Ella tapó sus labios con sus dedos.
-Vamos a pensarlo bien, Reggie. No soy muy hábil, no lo suficiente para ser útil en combate. En cambio saben lo bien que se me dan las pociones. No van a ponerme en primera línea y perderme tontamente pudiendo tenerme encerrada en algún lugar haciendo que sane a los heridos y les prepare pócimas útiles.
Tenía lógica. Él no estaba convencido del todo, pero casi. Había aflojado la presión de sus brazos  y la angustia de sus ojos desaparecía.
-Además, no voy a dejar que me pase nada porque sé que me necesitas. Eres tan inútil que ni siquiera sabes hacer la cama.-Se burló, dándole un toquecito en la nariz y logrando que él, ¡al fín!, se riera.
 -Habló la francesita a la que le salen mal hasta los lumos.
-¡Sólo fue una vez!-Protestó, ofendida. Él riendo, volvió a abrazarla para besarla. 
"Odio hacer que lo pases mal, pero si tengo que hacerlo para que estés a salvo lo haré. Y no sólo porque te quiera con toda mi alma, Regulus Arcturus Black, también porque eso es lo que hacemos lo hermanos mayores."

miércoles, 12 de octubre de 2011

Prueba

Una explosión hace que todo se estremezca. Las paredes de la guarida subterránea tiemblan y mantenemos el equilibrio a duras penas. Me aseguro de que Ferb esté bien antes de seguir registrando cada habitación. Tengo que poner a salvo a mi padre, tengo que advertirle de que han localizado este sitio y están a punto de hacerlo volar por los aires.

"Abrirán un túnel hasta él. Lo gasearán y luego… Fuego." Había dicho Ferb, después de hacer que le diese mi palabra de que me acompañaría. 
Me arrepiento a cada segundo de haber cedido, aunque él me haga una señal de que está perfecto. Él es demasiado brillante. Demasiado valioso. Y yo no puedo no podemos permitir que le pase nada.

Todo vuelve a vibrar y nos apoyamos a la pared para guardar el equilibrio. Las perforadoras se lanzan cada vez más violentamente contra las paredes. Mi padre. Ferb. Mi padre. Ferb. Tic. Tac. Tic. Tac.
Tengo que darme prisa si de verdad quiero salvarlos.

-¡Vanessa!

El dispositivo de mi muñeca, que hasta ahora parecía inutilizado, me trae la voz de mi padre.

-¿Dónde estás? Papá, tienes que salir de…

-¡Estoy fuera, Vanessa! ¡Sal de ahí, escap…!

La transmisión vuelve a cortarse y miro consternada a Ferb.

-No se como lo ha sabido, pero ya esta a salvo.

Todo esto para nada… A veces me siento tan estúpida que me abofetearía. Él parece intuir lo que siento por que se acerca a mí con una mirada tierna que evito antes de que me vuelva débil. Y estúpida. Y haga cosas de las que luego me arrepienta. Cosas que no están permitidas como tomar su mano y disfrutar de la sensación que su piel me transmite. Como olvidar que es menor. Como besar
BASTA.
¡Céntrate!

-Ha debido de irse por los dispositivos de emergencia. Instaló tres cabinas en la zona norte. ¡Tenemos que ir hacia allá!

Ni siquiera espero a que me conteste. Abro el camino y él me sigue, obediente.

-Vanessa…

-Dime.

-Es imposible saberlo todo. Y arriesgarse por alguien que quieres es… Noble.

Suelto una carcajada.

-Yo no soy noble en absoluto. Y morir por alguien en una situación como esta… Es absurdo.

-O una prueba de amor.

Abro la boca para contestar pero esta vez la sacudida nos tira al suelo antes de que unas vigas caigan cobre nosotros. Me incorporo ignorando el dolor lacerante del hombro y de mi rodilla izquierda para buscar a gritos a Ferb.

Ferb.

Que este bien.

El corazón me late tan fuerte al descubrirle tirado contra el suelo, bajo las vigas que ni siquiera me escucho gritar su nombre.

Qué esté bien

Sangre en su cabeza. Sangre cubriendo en parte su rostro.

¡Por favor, que esté bien!

Está consciente. Vagamente consciente, pero sus ojos me miran con lucidez y eso me alivia lo suficiente. La sangre contrasta con fiereza con el pelo verde del que mana, cayendo sobre su rostro. Pero suspiro al comprobar que la herida no es profunda ni grave, sólo llamativa.

Y ha perdido mucha sangre. Empujo las vigas que le cubren. Tengo que sacarle una que se le ha clavado en el muslo y detener la hemorragia con mi cinturón. Su sangre me hace sentir extraña.
Quiero abrazarle. Quiero besar cada una de sus heridas. Quiero acariciar sus mejillas y sus labios y decirle que cuidaré de él.

-¿Puedes ponerte en pie?

Lo intenta, aturdido, pero tengo que ayudarle.
Cargo su peso sobre mi espalda. Me cuesta llevarle a pesar de que es delgado. Mi rodilla se queja a cada paso. Por algún motivo, su respiración en mi nuca me pone nerviosa y me gusta al mismo tiempo. Noto como me pone la piel de gallina, y cuando se recuesta sobre mí luchando contra la inconsciencia y sus labios se posan en mi hombro me recorre un escalofrío.
Porque conozco esa sensación. Porque él me ha besado antes en ese sitio. Aunque haga lo imposible por olvidarlo. Pero ahora, si quiero que salgamos vivos tengo que

Olvidar.
Olvidar y seguir caminando.

Trato de disimular los jadeos, pero pesa, mi pierna me duele y el tiempo se nos acaba.

-Gas.-Mustia él. Y yo también soy consciente de que empiezo a olerlo.

Así que me apresuro, llego a la sala de evacuación y entro en ella soltando un suspiro de alivio. Suspiro que se congela en mis labios.
Tres cabinas. Mi padre esta fuera. Y demasiado tarde comprendo que fue él quien lo sacó de aquí. Su eterno y adorado Némesis.
Y ahora sólo queda una. Demasiado pequeña, demasiado estrecha para poner a salvo a dos personas.

Ferb empieza a incorporarse y yo atravieso la sala antes de que pueda recuperarse y darse cuenta de los dos compartimentos vacíos. Me zafo de él y le empujo contra la cabina. Mi brusquedad hace que se espabile.

-Vanessa… Hay mucho gas.

-Lo sé.-No me detengo y empiezo a cerrar los cinturones en torno a su cuerpo, a acomodar su cabeza bajo el casco acolchado, a comprobar los cierres. A atarle firmemente.
ÉL me detiene.

-Date prisa.

Asiento, perdiéndome en sus ojos verdes. Porque ya no tengo miedo. Porque ya no tengo porqué ocultar nada. Es mi decisión. Quiero que él viva, aunque yo tenga que morir para eso. Y si tengo que morir, antes quiero…
Me acerco a él, con una suavidad a la que no está acostumbrado. Le beso con ternura, lentamente. Pero él no responde. Él aún está preocupado por el tiempo, por el gas. Aparta sus labios de los míos.

-Queda poco tiempo.

-Tienes razón.

Pero me cuesta demasiado apartarme de él. Si él supiera que no espero vivir no hubiese interrumpido el beso, estoy segura. Pero el no lo sabe y me ha dolido.
Cierro su compuerta, y le sonrío ensimismada a través del cristal. Él me apremia con un gesto a que suba a otra de las cabinas, y al hacer el gesto sus ojos las buscan. Y es entonces cuando se da cuenta.

Mi pobre genio.

Cuando se da cuenta, demasiado tarde, que sólo queda una que es la que él ocupa.

El olor a gas es demasiado fuerte. Noto calor y me cuesta respirar. Él no va a pulsar el botón así que soy yo la que programa la expulsión.

Me mira, aún demasiado sorprendido para hacer nada. Yo río.

-Se nota mucho que no estás acostumbrado a que te engañen.

-¡Vanessa!

Lucha inútilmente contra los cinturones que he apretado a conciencia. Aún está mareado y torpe. Yo sigo observándole. Quiero seguir mirándole. Ojalá su rostro no tuviese esa expresión tan desesperada. Ojalá no estuviese manchado de sangre. Aún así… Aún así es guapo. Siempre me ha gustado.

-¿Sabes? Creo que tenías razón. O eso quiero creer.

-¡SACAME DE AQUÍ!-Brama, retorciéndole.

-Creo o quiero creer que morir por alguien en una situación como esta no es tan estúpido. No me siento estúpida. Tenías razón, Ferb.

-¡VANESSA, NI SE TE OCURRA!

Libera una de sus manos. Demasiado tarde. Golpea con ella el cristal y yo extiendo la mía sobre la suya, como si pudiese tocarle.

-No es estúpido. Es una prueba de amor. Y yo…

Tomo aire, cierro los ojos, pero entonces los abro. Quiero mirar los suyos mientras pronuncio en voz alta lo que he estado negando tantos años. Él me mira expectante, aunque respira agitadamente. Y tiene un brillo de dolor y de derrota en sus profundos ojos verdes. Sabe que no puede hacer nada.


Y se bloquea, porque no puede asumirlo. No es capaz de asumir que esta vez no tiene la solución. Que no puede construir nada que me salve con su llave inglesa. No puede asumir que esta vez no puede hacer nada más que dejarse salvar.

Su mano se extiende contra la mía, separadas por el cristal que le salvará la vida

Y me alegra mucho, demasiado, que sea así y no al revés. Qué él esté a salvo.

Porque yo...


-Yo...

Nunca he sido capaz de reconocer cuánto


le quiero


me importa.


LE QUIERO.


¡LE QUIERO!

Sí. Suspiro cuando la barrera se cae y sonrío a su rostro angustiado.

-Te quiero, Ferb.

Sus ojos brillan. Hay lágrimas que caerán por sus mejillas de un momento a otro. Abre sus labios pero con un violento zumbido que me empuja hacia atrás su cabina sale despedida llevándose consigo lo que más quiero en el mundo para ponerlo a salvo, dolorosamente lejos de mí.

Y antes que pueda suspirar su nombre, una explosión de fuego me impacta despiadadamente, devorando mi ropa, mi pelo, mi piel en una abrasadora mandíbula de cientos de feroces dientes rojos.

No te preocupes. A veces, entregarse a la muerte es sólo una prueba.


Una prueba de amor, Ferb.