lunes, 3 de octubre de 2011

Alambre.

Tengo la boca seca. Me muero por beber aunque sea un sorbo de agua. Aunque sea mojar mis labios. Llevo más de dos días encerrada, sin comer nada y apenas beber. Durmiendo a ratos. Más bien quedándome inconsciente a ratos. Fui una estúpida. ¿Cómo dejé que me capturaran?

Sí que lo se. Le vi, fugazmente, entre los soldados del otro equipo. La explosión… Quise advertirle de que se alejara de allí y alguien me golpeó por detrás, haciendo que cayera al suelo. Y luego otra vez. Y otra… Finalmente perdí el sentido. Muchas veces le odio. Odio que me vuelva tan débil.

Me estiro. Me duele cada músculo. Mis piernas están agotadas, pero si me dejo caer todo mi peso se mantiene en las esposas que sujetan mis muñecas a mi espalda, encadenándome a una tubería del techo. Y el hierro se me clava en la piel ya magullada. Así que descanso mi peso primero sobre una pierna y luego sobre la otra, sintiendo un ligero alivio sólo los primeros segundos.

Mi cabeza cuelga, y mi pelo cubre mi rostro. Me duele el cuello, pero es la única forma que tengo de intentar relajarme, ahorrando mi valiosa y escasa energía. La puerta se abre y alguien entra. Oigo como deposita algo en el suelo antes de ponerse frente a mí. Yo no alzo la vista, pero me sujetan de la barbilla y me hacen mirar.

Él.

Quiero suspirar de alivio. Está bien, esta bien, después de todo. Esto tiene algún sentido después de todo. Él me advierte con su mirada seria. Supongo que nos estarán observando. Aprieto mis labios, en un desesperado intento de permanecer inexpresiva.

-Si colaboras, te dejaremos libre. Si nos cuentas cualquier cosa, si nos entregas a alguien o algún plan puedes irte.

Suelto una carcajada, que suena como un jadeo. Sé que si fuera cierto, él mismo se habría delatado a si mismo para sacarme de ahí. Así que trato sonreír con desden, interpretando mi papel.

-No sé nada.

-¿Qué esperas? ¿Qué alguien venga a rescatarte si aguantas lo suficiente?

Le agradezco mentalmente que me indique lo que tengo que hacer. Me incorporo mirándole a los ojos. Tratando de indicarle que aguantaré todo lo que necesite. Voy a ser fuerte.

-Siento hacer esto…-Murmura, y por primera vez sus palabras dicen lo que quiere decir.

Me golpea. Es tan rápido que ni siquiera lo veo, pero de pronto tengo la cabeza girada y la mandíbula me arde. Aguanto de pie, mientras él se agacha y abre el maletín. Miro de reojo lo que hay dentro antes de cerrar con fuerza los ojos, con un escalofrío. Va a doler.

 Saca una vara metálica gruesa por un lado y terminada en punta el otro y vuelve a golpearme en la cara. No va a ser sutil, quiere dejarme marca. Que mi cuerpo revele cada uno de los golpes, porque si no, serán golpes en vano.

Es tan rápido que sólo siento una descarga de dolor en la boca. No grito, sólo jadeo antes de que otro golpe me impacte en la sien haciendo que todo se vuelva negro por unos segundos. De entre mis labios se escapa un hilo de sangre.

-Habla cuando quieras…-Su tono de voz es inexpresivo. ¿Cuánto le está costando hacer esto? Le sonrío, desafiante.

Me golpea en la rótula y esta vez si que grito, cayéndome hacia delante, quedando colgada por las muñecas. Él aprovecha para colocarse a mi espalda y alzar mis brazos atándolos con un fino alambre que se me clava en la piel. Suelta mis esposas y tira de él hacia arriba, bruscamente.

Gimo. Él sigue alzándolo hasta atarlo a la cadena. Trato de ponerme de puntillas para apoyar mi peso en mis piernas en vez de en el alambre que empieza a desgarrar mi piel, pero él me golpea de nuevo el la rótula, haciendo que vuelva a caerme y me meza dolorosamente en mis brazos. Noto la sangre cálida manar mientras el alambre penetra en mi piel haciendo que sienta descargas de dolor que hacen que mis ojos lagrimeen.

Tiemblo de dolor, mientras él se agacha para sacar un aparatito que hace zumbidos. Toso un poco de sangre y aprieto los dientes, tratando de controlar el miedo al reconocer el zumbido eléctrico. Él me mira unos instantes antes de ponerlo al máximo e inclinarse sobre mí oído, cogiéndome bruscamente del cuello. Su pose es tan amenazante que nadie averiguaría el “te quiero” que me susurra, y me hace estremecer con más fuerza que el dolor o el miedo.

La descarga eléctrica hace que mi cuerpo se sacuda con violencia. Grito, grito sin poder contenerme mientras me retuerzo entre espasmos, clavando más profundamente el alambre en mis brazos. Aun cuando se detiene sigo temblando sin control, y mis mejillas están húmedas y saladas.

Me odio. No quiero que me vea llorar. Pero él me observa en silencio, inescrutable. Y me esfuerzo en mirarle desafiante y el volver a apoyarme en el suelo. Los brazos me duelen tanto que creo que estoy delirando. Me pregunto si se me cangrenarán, si me los tendrán que cortar.

Tiemblo y sollozo entrecortadamente, pero sigo mirándole desafiante. No quiero que me compadezca. No quiero que dude. No podría soportar que él acabase como yo por mi culpa, así que finjo ser fuerte.

-Puedes seguir con esto todo el tiempo que quieras…-Mi voz es un susurro entrecortado y ronco, pero audible y desafiante.-No diré nada.

Sólo un destello en sus ojos verdes refleja lo implicado que esta realmente. Lo que le cuesta verme así. Lo que sufre al hacerme esto. Logro esbozar una sonrisa que todos, salvo él interpretarían como una sonrisa demente.

El zumbido eléctrico retumba de nuevo en mis oídos, haciéndome estremecer. Pero no aparto mis ojos de los tuyos. No puedo, porque tu mirada es lo único que me sostiene.

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