sábado, 31 de diciembre de 2011

Año nuevo

Todo iba bien. Nos habíamos infiltrado en las oficinas enemigas, teníamos la coartada perfecta y todo, absolutamente todo iba según el plan. Todo iba absolutamente bien hasta que, al  alzarme para desconectar un sensor de seguridad una náusea me hizo tambalearme, perder el equilibrio y activar la alarma.

-¡Vanessa!

-Estoy bien.- Respondo, irritada, antes de apoyarme en la pared a duras penas cuando las piernas se me doblan por una arcada.

Ferb tira de mí y al instante irrumpen los guardias. Corremos, escondiéndonos en las esquinas y moviéndonos tan sigilosamente como podemos.

-Están bloqueando la salida.

-¿Estás bien?

-Ya te he dicho que sí. ¿Tienes todo el equipo?- Él afirma con un gesto.-Entonces prepárate. Saltamos por la ventana.

Señalo con un gesto las ventanas de enfrente y él simplemente se prepara, con una fe en mi inquebrantable. No le importa que estemos en la planta de arriba de un rascacielos y que la caída sea mortal.

-Una, dos…

-¡Ahí están!

-¡Ahora!

Corremos en zigzag esquivando las balas. Me protejo el rostro con el brazo en el último momento antes de atravesar el cristal. 

Caemos.

Cómo si caer desde lo alto de un rascacielos fuese como ir al centro comercial a por leche apenas me inmuto, centrada en alcanzar el dispositivo de mi espalda, apuntar y lanzar el gancho que evitará que muera aplastada contra el asfalto.
Pero de nuevo fallo. Mi gancho rebota contra el tejado y pierdo mi último disparo.
El pánico apenas dura unos instantes. Ferb ha esperado antes de lanzar el suyo, y pasa un brazo por mi cintura, atrapándome al vuelo antes de hacerlo. Su cuerda se engancha sin problemas, y sólo entonces me permito soltar el aire atrapado en mis pulmones.


El aire silva enfurecido golpeando nuestra piel mientras caemos. Ferb me abraza contra él y me pregunto cómo es posible que después de tanto tiempo siga sintiendo un cosquilleo ante su contacto.

-¿Vas a decirme qué te pasa? Tú nunca fallas de esta manera.

El enemigo nos localiza, así que mientras Ferb regula nuestra caída con un brazo y me sujeta con el otro yo cojo el revolver del tobillo y disparo hasta vaciar el cargador, acertando en el hombro a nuestro primer atacante.

-No estoy segura. Puede que no sea nada pero… ¡Cúbrenos!

Él hace que nos detengamos bajo una cornisa en la que nos refugiamos mientras nos disparan.

-He contado tres, y otro en la ventana de la derecha. Puede que no sea nada, ¿pero?

-Cuando te lo diga, déjanos caer todo lo rápido que puedas. Tengo muy mal ángulo, es mejor que nos retiremos. –Cargo la pistola.-Y puede que no sea nada, pero tengo un retraso y llevo un par de mañanas con nauseas. ¡Ahora!

Siento vértigo en mi más inestable que nunca estómago. Escucho los disparos, pero estoy más pendiente de la forma en la que Ferb me mira.

-Y si resulta que es algo más que nada. ¿Qué hacemos?

-Si es algo más que nada yo me ocupo.

-No.

-¿Perdón?

Llegamos a la terraza de la fiesta. Sin perder el hilo de nuestra discusión doméstica, me quito las mayas negras quedándome con el vestido negro de gala mientras Ferb se quita el pasamontañas y se cambia la sudadera negra por una chaqueta.

-Creo que yo también tengo derecho a decidir sobre la vida de mi hijo.

-Oh, vamos Ferb, ¡no seas tan dramático!

-Vanessa, llevamos años juntos. Compartimos todo. ¡Estamos casados!

No dejamos de discutir mientras oculto el revolver. Él se acerca a mí para quitarme el antifaz.

-Nos casamos para despistarles y que dejaran de investigar sobre mí.

-Te pedí que te casaras conmigo y me dijiste que sí. ¡Deja de buscar excusas oficiales para todo!

Ferb deshace mi coleta acariciando mi pelo al dejarlo libre. Sacudo la cabeza para que pierda la forma y él me ordena el cabello mientras yo anudo su corbata.

-Sólo digo que yo no voy a renunciar a mi vida ahora mismo para dedicarme a preparar papillas, cambiar pañales y teñirme el pelo de rubio para ser la perfecta madre y ama de casa.

-¿Quién esta siendo dramática ahora? No tiene que ser así.

-¡Yo no pienso…!

-Es asunto de los dos.

-Es mi cuerpo. Yo decido.

-¿De verdad quieres jugar sucio?

-Es mi decisión. Olvida el tema.

Ferb me dedica esa mirada tan suya que significa que va a callarse, pero que no va a rendirse. Yo sigo mirándole firmemente a los ojos. No pienso ceder y él, cosa poco habitual en él, tampoco.

La puerta de la terraza se abre.

Aquí estás, Ferb! ¿Qué hacéis aquí? Lleváis mucho rato fuera y todos te están buscando. ¡Es el momento del discurso! –Phineas irrumpe, saludándome con un alegre: ¡Hola, Vanessa! Bonito vestido. ¿Llevas unos pantalones en la mano?-Mientras arrastra a su hermano del brazo.- ¡Vamos, todos esperan el discurso de año nuevo del presidente! Aunque al parecer todos están contentos contigo aunque siempre seas breve intenta hablar algo más de un minuto de tiempo. Después de todo, ¡eres el modelo a seguir de todo Estadounidense! Estamos todos muy orgullosos de ti, includo Candance…

Suspiro entrando tras ellos.

-¡Aquí, Vanessa! -Isabella me hace una seña desde la mesa de los invitados de honor.

Vuelvo a suspirar, esta vez evitando poner los ojos en blanco antes de sentarme junto a mi cuñada. Su vestido es tan rosa, tiene tanto vuelo y tanta purpurina que me hace pensar en un cupcake. Y de nuevo mi estómago se revuelve con naúseas.

-¡Debe de ser muy emocionante ser la primera dama!

-Es más emocionante saltar desde un rascacielos sin protección.

Suelta esa risita suya fingiendo que sé de lo que hablo y yo me sirvo una copa de vino mientras mi esposo sube al escenario. Y le dedico una sonrisa burlona mientras él intenta hablar pero los aplausos le cortan a cada dos palabras.

Por fin logra desear un feliz año nuevo a todos, dar las gracias, prometer que seguirá trabajando para mejorar nuestro país y por cada una de sus personas y cuando ya pienso que va a marcharse lanza una sonrisa a las cámaras.

-Y este año tengo otro motivo más para luchar por hacer de este un lugar mejor para vivir. Mi esposa acaba de comunicarme que esperamos un hijo.

No.

Le miro boquiabierta, sin poder asumir que lo esté haciendo público.

-¿De verdad? ¡Enhorabuena! Oh, voy a ser tía antes que madre…

Me parece detectar algo de envidia en la voz de Isabella. Yo consigo cerrar mi boca y esbozar una sonrisita que no me llega a los ojos. Ferb me dedica una amplia sonrisa triunfante.

-Así que, como futuro padre, prometo hacer todo lo posible para proteger y cuidar a mi chico, o mi chica. Así como proteger y cuidar a mi país.

Mantengo mi pequeña sonrisa y el fuego en la mirada mientras Ferb aguanta los aplausos y luego se dirige al asiento libre a mi lado y me da un beso en la sien.

-Eras tú la que querías jugar sucio, mi amor.

-No tienes idea de cuanto te odio en este momento.

-No tienes idea de cuanto te quiero, y cuanto te querré siempre.

A veces, me desarma tan fácilmente que me pregunto si me conoce mejor que yo misma. Y por mucho que lo intente retener, mi furia se desvanece. Así que antes de que lo haga del todo pongo mis condiciones.

-No pienso dejar mi trabajo: No pienso dejar de viajar ni perderme misiones. Ni cambiar pañales.

-Trato hecho.

Alguien le llama, así me besa, un beso que se me hace corto, antes de irse.

Ultima pequeña venganza.

-¡Eh, Fletcher!

Se gira para ver que necesito.

-Te quiero.

Vocalizo, sin llegar a decirlo en voz alta. Si fuera como Isabella, y se lo dijese cada vez que respiro no se quedaría descolocado, ni sonreiría torpemente, ni se chocaría con la mesa al volver a ponerse en marcha.

Me río entre dientes cuando se aleja aún confundido.

Y sonrío.

Porque el hecho de que no se lo recuerde a cada segundo no implica, en absoluto, que lo que siento por él sea tan grande que a duras penas me cabe en el pecho.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Bestia

Te escucho llorar.

Te limpiaría las lágrimas pero ¿sabes qué pasaría?

Gritarías. Te apartarías de mí como si mi piel quemase. Puede que sintieses incluso nauseas.

Soy monstruoso. Lo sé. Pero aún así…

Golpeo con rabia la mesa. Te escucho llorar más fuerte desde tu celda. Soy monstruoso, y  tu hermosa, pero aún así no tenías ningún derecho a gritar al verme. Gritar. Gritaste. Con verdadero pánico, sólo por ver mi aspecto. Puede que sea un monstruo, pero tú no tienes idea de lo que siento. De lo que sentí al verte, pálida y hermosa. De desearte y que tú al mirarme sólo te llevases las manos al rostro, horrorizada y gritaras.

Rugo. Con rabia. Como una bestia, y al fin callas, asustada.

No miras más allá de mi físico. Sólo ves mi monstruosa fachada y decides que soy un monstruo. Un engendro. Una bestia.

Muy bien. Si es lo que quieres ver, lo verás.

Me acerco a tu celda y agarro con fuerza los barrotes. Me miras con pánico. Tus ojos brillan, con un mar de estrellas en tus grandes ojos de bronce. Eres hermosa. Eres tan hermosa… Quiero que seas mía. Y tú nunca dejarás que lo sea. Sólo por mi aspecto.

-Llora cuanto quieras.-gruño.- JAMÁS dejaré que te vayas.

Entierras tu rostro entre tus manos. Tu cabello cae suavemente, como seda líquida.

Te deseo.

Te repulso.

Lloras, me doy la vuelta dejándote sola en tu fría y oscura celda. Donde, y eso me duele, prefieres quedarte antes que compartir la más lujosa de las estancias de este castillo conmigo.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Je t'aime

Duermes.

Moviéndome con cuidado para no despertarte, dejo mi libro sobre la hierba. La brisa del mar refresca la cálida tarde de verano. El sol juega a mezclar rojo y oro en su luz para pintar colores infinitamente bellos en el cielo, colores que el mar refleja. Es tan hermoso que me gustaría que lo contemplases.

Pero duermes en mi regazo, y sonrío acariciando lentamente los mechones oscuros de tu pelo. Están desordenados y suaves, como plumas de cuervo. Murmuras algo entre sueños y sonríes cuando te abrazo.

Duermes.

Velo tu sueño.

El viento nos acaricia. El mar arrulla tus sueños.

Susurro una nana.

Y me doy cuenta de que, no es que sea feliz. Es que jamás había imaginado que una felicidad así pudiera existir. Me doy cuanta de que no quiero nada más. No deseo nada más. Este momento es perfecto y lo atesoro en mi corazón.

Lo que me hace tan feliz, lo que llena mis vacíos y cubre todas las cicatrices de mi corazón no son los momentos en las que la pasión nos hace perdernos a nosotros mismos en el cuerpo del otro. Si no ese mar de amor calmado y profundo que nos mece en cada momento, que rodea nuestras vidas, que llena tus sueños mientras yo te canto.

Regulus Arcturus Black, 

Te quiero con cada resquicio de mi existencia.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Siesta.

Una parte de mi, la parte que intenta ser razonable y a la que odio por ello, me dice que es imposible huir de ti mismo. Aun así lo intento cada mañana, aunque es especialmente difícil cuando tu mundo tiene unos límites tan pequeños delimitados por mi mayor miedo.


Me siento el la orilla. El mar me asusta y me fascina. Cierro los ojos, cansados de contener lágrimas, y me dejo llevar por el susurro de las ondinas. 
El sonido de las olas me recuerda a los pasos de mi madre, arrastrando su largo vestido. Me aterra. Y aun así... Siempre esa dolorosa esperanza se que sólo me buscase para darme un abrazo o regalarme una caricia. Esperanza que raras veces se cumplía.
Yo fui la causante de la locura de mi madre. No pudo soportar ser madre. No pudo soportar que yo naciera para destrozar su eterna infancia. Y ahora es mi turno de ser como ella. Yo también he construido un Nunca Jamás. Yo también me he negado a crecer, durante más tiempo. Incluso arrastré a mi fantasía (¿a mi miedo?) al amor de mi vida. Y yo (¡ilusa!) creía que podíamos lograrlo...


Y entonces llegó. O mejor dicho: Llegaron. Tal vez esta vez hayan sido dos niños porque somos dos los moradores de este Nunca Jamás. Y por primera vez, mi pequeño reino me asusta. Me agobia. Quiero escapar, y entonces me doy cuenta de que todo lo que quiero esta aquí.


O, mejor dicho, estaba aquí.


Vuelvo a la casa lentamente. No quiero llegar. No hay ningún sitio donde quiera estar.


-¿Estás bien?


Alzo la vista mientras cierro la puerta para encontrarme con sus ojos oscuros, cercados por unas ojeras que hace que la culpabilidad me aguijoneé el estómago.
Hasta Regulus ha dejado de ser mi capitán Peter Pan para ocuparse de los niños (mis hijos) a los que yo he abandonado. Apenas le veo unos momentos al día. El se esfuerza en ocultar su cansancio y preocuparse por mí.


-Soy una persona horrible. Odio dejarte sólo con ellos pero yo... no puedo...


-Algún día podrás.-Me susurra abrazándome.-Hasta entonces yo les cuidaré por los dos. Te quiero...


Me estremezco. No le merezco. Nunca le he merecido.
Soy horrible como pareja, soy una asesina y soy la peor madre que nunca haya existido, ma vie. Ni siquiera les miré cuando nacieron. Cerré los ojos hasta que Andrómeda se los llevó. ¿Cómo puedes siquiera soportarme?


-El niño al final se llama Sirius ¿verdad? ¿Y la niña?


-Sirius Arcturus e Hydra Berenice.


Voy a decir algo más pero uno de ellos estalla en llanto. Regulus me besa el pelo con cariño antes de regresar al piso de arriba a toda prisa. Yo espero que desaparezca por las escaleras antes de cubrirme los oídos con ambas manos y cerrar los ojos con fuerza, dejándome caer junto a la chimenea.


Ojalá pudiera huir de mis miedos.


Ojalá pudiera huir de mi misma.


No se cuanto tiempo pasa ni cómo he llegado a dormirme. Últimamente simplemente me caigo de sueño en cualquier sitio cuando mi cuerpo no puede más. Es increíble que lleve así casi cuatro meses. 


La casa está en silencio. Aprovecho para ir a cambiarme. Al pasar junto a su puerta entreabierta me detengo, cerrando con fuerza los puños.


No puedo más.


No puedo seguir tratando de fingir que puedo huir de esto.


No puedo.


Y si, perder el sentido es la única salida, que así sea.


Tengo que enfrentarme a ello.


Clavo la vista en el suelo y empujo suavemente la puerta. Entro en el dormitorio bañado por la suave luz de la tarde sin despegar la vista de la alfombra, como si entrase en la caverna de medusa. Evito las cunas. De algún modo sé que no están allí.
Hay otra cama que Regulus colocó ahí para pasar las noches con ellos. Me acerco con mucho cuidado. Le oigo respirar.


-Te quiero. Pase lo que pase, te quiero. Aunque olvide todo lo que soy.


Alzo la vista.


Mi mundo se congela.


Esperaba sentir odio. Esperaba perder la razón. Esperaba querer matarles.
En lugar de eso los ojos se me llenan de lágrimas y contengo un gemido de sorpresa. Duermes, abrazando a un niño contra tu pecho con cada brazo. Jamás me has parecido tan hermoso como ahora durmiendo con rostro de ángel, con el pelo negro revuelto, ocultando ligeramente tus ojos.


Y ellos... No puedo creer que haya una criatura en la faz de la tierra que pueda comparárseles en belleza. Y el hecho de adivinar tus rasgos en los suyos hace que me estremezca.


Dormís plácidamente, y soy incapaz de contener las lágrimas por más tiempo. Me arrodillo junto a la cama y simplemente os observo.


Os quiero.


A cada uno de vosotros.


Os quiero.


La luz es rojiza, del anochecer cuando tu voz me saca de mi trance.


-Deneb... ¿Estás bien?


Me limpio las lágrimas, esbozando una sonrisa ante tu tono preocupado.


-Jamás he estado mejor.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Juntos

Te quiero.

No voy a negarlo nunca más.

Te quiero.

Te amo.

Y  voy a matarte.

La boca me sabe a sangre. Me levanto a duras penas. No quiero mirar mir heridas. Puede que no soportase ver lo que queda de mi cuerpo. Mis piernas tiemblan, pero, de algún modo, aguantan mi peso.

Mi vista aun es borrosa, pero escucho el llanto de un niño. Uno de tus pequeños, que hasta hace un momento asesinaba sin piedad, y con esa escalofriante sonrisa vacía, ahora sujeta con fuerza el muñón contra su pecho y chilla como el niño que es.

¿Como has podido llegar a hacerles eso?

¿Como has podido convertirte en eso?

Escucho tu música. Maravillosa. Siniestra. Infernal. Y todos los niños, magullados o heridos de muerte, se levantan como sonámbulos, sin expresión en sus rostros a excepción de esa sonrisa de muñeco. Y andan a trompicones, o gatean. Muriendo y matando por ti.
-Vete.
Tu voz suena más cerca de lo que esperaba y tiemblo. Tropiezo torpemente al volverme, pero antes de que caiga me sujetas.
Tus ojos son fuego verde, espectros brillantes. Un siniestro baile de fuegos fatuos. Ni siquiera son humanos.
Tu piel está cálida, suave, morena. No tienes ninguna herida. Ni siquiera pareces cansado.


-Suéltame.


-Te caerás.


-No me importa.


Bufas y me sueltas. Y, en efecto, caigo de rodillas. Y empuño mi puñal para desgarrarte las piernas pero estoy mareada y cansada. Con facilidad, pisas la hoja de mi puñal, desarmándome.

-Vete.-Me dices con voz suave.-O tendré que matarte.


-¿Por qué no lo haces?


-Ya lo sabes.-Te agachas a mi lado. Tus ojos se clavan en mi alma.-Ya sabes que te quiero.
Y me besas.

Ojalá...

Ojalá pudiera no despegar mis labios.

Ojalá pudiera congelar este momento.

Ojalá pudieras matarme antes de romper el beso.

Ojalá pudiésemos morir juntos ahora.

Te alejas, dándome la espalda.

-Algún día.-Te prometo.-Algún día te mataré

-Sé que serías la única capaz de hacerlo. Y también la única que lamentaría mi muerte.

Y te alejas.

Desvaneciendote en un mar de sangre inocente.

jueves, 15 de diciembre de 2011

S                                                          O
O                                          Í
 N               R


Y a veces me gustaría que alguien se preguntase que hay detrás de mi sonrisa.

Desde pequeña me enseñaron que está mal estar triste. Soy positiva. Incluso cuando no me siento positiva. Y no quiero que mi tristeza haga que los demás se preocupen. No está bien. No arregla nada.

Así que da igual lo que sienta por dentro.

Yo

siempre

mantengo

M                 I


s                       a
o                     s
n             i
r