Todo iba bien. Nos habíamos infiltrado en las oficinas enemigas, teníamos la coartada perfecta y todo, absolutamente todo iba según el plan. Todo iba absolutamente bien hasta que, al alzarme para desconectar un sensor de seguridad una náusea me hizo tambalearme, perder el equilibrio y activar la alarma.
-¡Vanessa!
-Estoy bien.- Respondo, irritada, antes de apoyarme en la pared a duras penas cuando las piernas se me doblan por una arcada.
Ferb tira de mí y al instante irrumpen los guardias. Corremos, escondiéndonos en las esquinas y moviéndonos tan sigilosamente como podemos.
-Están bloqueando la salida.
-¿Estás bien?
-Ya te he dicho que sí. ¿Tienes todo el equipo?- Él afirma con un gesto.-Entonces prepárate. Saltamos por la ventana.
Señalo con un gesto las ventanas de enfrente y él simplemente se prepara, con una fe en mi inquebrantable. No le importa que estemos en la planta de arriba de un rascacielos y que la caída sea mortal.
-Una, dos…
-¡Ahí están!
-¡Ahora!
Corremos en zigzag esquivando las balas. Me protejo el rostro con el brazo en el último momento antes de atravesar el cristal.
Caemos.
Cómo si caer desde lo alto de un rascacielos fuese como ir al centro comercial a por leche apenas me inmuto, centrada en alcanzar el dispositivo de mi espalda, apuntar y lanzar el gancho que evitará que muera aplastada contra el asfalto.
Pero de nuevo fallo. Mi gancho rebota contra el tejado y pierdo mi último disparo.
El pánico apenas dura unos instantes. Ferb ha esperado antes de lanzar el suyo, y pasa un brazo por mi cintura, atrapándome al vuelo antes de hacerlo. Su cuerda se engancha sin problemas, y sólo entonces me permito soltar el aire atrapado en mis pulmones.
El aire silva enfurecido golpeando nuestra piel mientras caemos. Ferb me abraza contra él y me pregunto cómo es posible que después de tanto tiempo siga sintiendo un cosquilleo ante su contacto.
El aire silva enfurecido golpeando nuestra piel mientras caemos. Ferb me abraza contra él y me pregunto cómo es posible que después de tanto tiempo siga sintiendo un cosquilleo ante su contacto.
-¿Vas a decirme qué te pasa? Tú nunca fallas de esta manera.
El enemigo nos localiza, así que mientras Ferb regula nuestra caída con un brazo y me sujeta con el otro yo cojo el revolver del tobillo y disparo hasta vaciar el cargador, acertando en el hombro a nuestro primer atacante.
-No estoy segura. Puede que no sea nada pero… ¡Cúbrenos!
Él hace que nos detengamos bajo una cornisa en la que nos refugiamos mientras nos disparan.
-He contado tres, y otro en la ventana de la derecha. Puede que no sea nada, ¿pero?
-Cuando te lo diga, déjanos caer todo lo rápido que puedas. Tengo muy mal ángulo, es mejor que nos retiremos. –Cargo la pistola.-Y puede que no sea nada, pero tengo un retraso y llevo un par de mañanas con nauseas. ¡Ahora!
Siento vértigo en mi más inestable que nunca estómago. Escucho los disparos, pero estoy más pendiente de la forma en la que Ferb me mira.
-Y si resulta que es algo más que nada. ¿Qué hacemos?
-Si es algo más que nada yo me ocupo.
-No.
-¿Perdón?
Llegamos a la terraza de la fiesta. Sin perder el hilo de nuestra discusión doméstica, me quito las mayas negras quedándome con el vestido negro de gala mientras Ferb se quita el pasamontañas y se cambia la sudadera negra por una chaqueta.
-Creo que yo también tengo derecho a decidir sobre la vida de mi hijo.
-Oh, vamos Ferb, ¡no seas tan dramático!
-Vanessa, llevamos años juntos. Compartimos todo. ¡Estamos casados!
No dejamos de discutir mientras oculto el revolver. Él se acerca a mí para quitarme el antifaz.
-Nos casamos para despistarles y que dejaran de investigar sobre mí.
-Te pedí que te casaras conmigo y me dijiste que sí. ¡Deja de buscar excusas oficiales para todo!
Ferb deshace mi coleta acariciando mi pelo al dejarlo libre. Sacudo la cabeza para que pierda la forma y él me ordena el cabello mientras yo anudo su corbata.
-Sólo digo que yo no voy a renunciar a mi vida ahora mismo para dedicarme a preparar papillas, cambiar pañales y teñirme el pelo de rubio para ser la perfecta madre y ama de casa.
-¿Quién esta siendo dramática ahora? No tiene que ser así.
-¡Yo no pienso…!
-Es asunto de los dos.
-Es mi cuerpo. Yo decido.
-¿De verdad quieres jugar sucio?
-Es mi decisión. Olvida el tema.
Ferb me dedica esa mirada tan suya que significa que va a callarse, pero que no va a rendirse. Yo sigo mirándole firmemente a los ojos. No pienso ceder y él, cosa poco habitual en él, tampoco.
La puerta de la terraza se abre.
-¡Aquí estás, Ferb! ¿Qué hacéis aquí? Lleváis mucho rato fuera y todos te están buscando. ¡Es el momento del discurso! –Phineas irrumpe, saludándome con un alegre: ¡Hola, Vanessa! Bonito vestido. ¿Llevas unos pantalones en la mano?-Mientras arrastra a su hermano del brazo.- ¡Vamos, todos esperan el discurso de año nuevo del presidente! Aunque al parecer todos están contentos contigo aunque siempre seas breve intenta hablar algo más de un minuto de tiempo. Después de todo, ¡eres el modelo a seguir de todo Estadounidense! Estamos todos muy orgullosos de ti, includo Candance…
Suspiro entrando tras ellos.
-¡Aquí, Vanessa! -Isabella me hace una seña desde la mesa de los invitados de honor.
Vuelvo a suspirar, esta vez evitando poner los ojos en blanco antes de sentarme junto a mi cuñada. Su vestido es tan rosa, tiene tanto vuelo y tanta purpurina que me hace pensar en un cupcake. Y de nuevo mi estómago se revuelve con naúseas.
-¡Debe de ser muy emocionante ser la primera dama!
-Es más emocionante saltar desde un rascacielos sin protección.
Suelta esa risita suya fingiendo que sé de lo que hablo y yo me sirvo una copa de vino mientras mi esposo sube al escenario. Y le dedico una sonrisa burlona mientras él intenta hablar pero los aplausos le cortan a cada dos palabras.
Por fin logra desear un feliz año nuevo a todos, dar las gracias, prometer que seguirá trabajando para mejorar nuestro país y por cada una de sus personas y cuando ya pienso que va a marcharse lanza una sonrisa a las cámaras.
-Y este año tengo otro motivo más para luchar por hacer de este un lugar mejor para vivir. Mi esposa acaba de comunicarme que esperamos un hijo.
No.
Le miro boquiabierta, sin poder asumir que lo esté haciendo público.
-¿De verdad? ¡Enhorabuena! Oh, voy a ser tía antes que madre…
Me parece detectar algo de envidia en la voz de Isabella. Yo consigo cerrar mi boca y esbozar una sonrisita que no me llega a los ojos. Ferb me dedica una amplia sonrisa triunfante.
-Así que, como futuro padre, prometo hacer todo lo posible para proteger y cuidar a mi chico, o mi chica. Así como proteger y cuidar a mi país.
Mantengo mi pequeña sonrisa y el fuego en la mirada mientras Ferb aguanta los aplausos y luego se dirige al asiento libre a mi lado y me da un beso en la sien.
-Eras tú la que querías jugar sucio, mi amor.
-No tienes idea de cuanto te odio en este momento.
-No tienes idea de cuanto te quiero, y cuanto te querré siempre.
A veces, me desarma tan fácilmente que me pregunto si me conoce mejor que yo misma. Y por mucho que lo intente retener, mi furia se desvanece. Así que antes de que lo haga del todo pongo mis condiciones.
-No pienso dejar mi trabajo: No pienso dejar de viajar ni perderme misiones. Ni cambiar pañales.
-Trato hecho.
Alguien le llama, así me besa, un beso que se me hace corto, antes de irse.
Ultima pequeña venganza.
-¡Eh, Fletcher!
Se gira para ver que necesito.
-Te quiero.
Vocalizo, sin llegar a decirlo en voz alta. Si fuera como Isabella, y se lo dijese cada vez que respiro no se quedaría descolocado, ni sonreiría torpemente, ni se chocaría con la mesa al volver a ponerse en marcha.
Me río entre dientes cuando se aleja aún confundido.
Y sonrío.
Porque el hecho de que no se lo recuerde a cada segundo no implica, en absoluto, que lo que siento por él sea tan grande que a duras penas me cabe en el pecho.