viernes, 23 de diciembre de 2011

Siesta.

Una parte de mi, la parte que intenta ser razonable y a la que odio por ello, me dice que es imposible huir de ti mismo. Aun así lo intento cada mañana, aunque es especialmente difícil cuando tu mundo tiene unos límites tan pequeños delimitados por mi mayor miedo.


Me siento el la orilla. El mar me asusta y me fascina. Cierro los ojos, cansados de contener lágrimas, y me dejo llevar por el susurro de las ondinas. 
El sonido de las olas me recuerda a los pasos de mi madre, arrastrando su largo vestido. Me aterra. Y aun así... Siempre esa dolorosa esperanza se que sólo me buscase para darme un abrazo o regalarme una caricia. Esperanza que raras veces se cumplía.
Yo fui la causante de la locura de mi madre. No pudo soportar ser madre. No pudo soportar que yo naciera para destrozar su eterna infancia. Y ahora es mi turno de ser como ella. Yo también he construido un Nunca Jamás. Yo también me he negado a crecer, durante más tiempo. Incluso arrastré a mi fantasía (¿a mi miedo?) al amor de mi vida. Y yo (¡ilusa!) creía que podíamos lograrlo...


Y entonces llegó. O mejor dicho: Llegaron. Tal vez esta vez hayan sido dos niños porque somos dos los moradores de este Nunca Jamás. Y por primera vez, mi pequeño reino me asusta. Me agobia. Quiero escapar, y entonces me doy cuenta de que todo lo que quiero esta aquí.


O, mejor dicho, estaba aquí.


Vuelvo a la casa lentamente. No quiero llegar. No hay ningún sitio donde quiera estar.


-¿Estás bien?


Alzo la vista mientras cierro la puerta para encontrarme con sus ojos oscuros, cercados por unas ojeras que hace que la culpabilidad me aguijoneé el estómago.
Hasta Regulus ha dejado de ser mi capitán Peter Pan para ocuparse de los niños (mis hijos) a los que yo he abandonado. Apenas le veo unos momentos al día. El se esfuerza en ocultar su cansancio y preocuparse por mí.


-Soy una persona horrible. Odio dejarte sólo con ellos pero yo... no puedo...


-Algún día podrás.-Me susurra abrazándome.-Hasta entonces yo les cuidaré por los dos. Te quiero...


Me estremezco. No le merezco. Nunca le he merecido.
Soy horrible como pareja, soy una asesina y soy la peor madre que nunca haya existido, ma vie. Ni siquiera les miré cuando nacieron. Cerré los ojos hasta que Andrómeda se los llevó. ¿Cómo puedes siquiera soportarme?


-El niño al final se llama Sirius ¿verdad? ¿Y la niña?


-Sirius Arcturus e Hydra Berenice.


Voy a decir algo más pero uno de ellos estalla en llanto. Regulus me besa el pelo con cariño antes de regresar al piso de arriba a toda prisa. Yo espero que desaparezca por las escaleras antes de cubrirme los oídos con ambas manos y cerrar los ojos con fuerza, dejándome caer junto a la chimenea.


Ojalá pudiera huir de mis miedos.


Ojalá pudiera huir de mi misma.


No se cuanto tiempo pasa ni cómo he llegado a dormirme. Últimamente simplemente me caigo de sueño en cualquier sitio cuando mi cuerpo no puede más. Es increíble que lleve así casi cuatro meses. 


La casa está en silencio. Aprovecho para ir a cambiarme. Al pasar junto a su puerta entreabierta me detengo, cerrando con fuerza los puños.


No puedo más.


No puedo seguir tratando de fingir que puedo huir de esto.


No puedo.


Y si, perder el sentido es la única salida, que así sea.


Tengo que enfrentarme a ello.


Clavo la vista en el suelo y empujo suavemente la puerta. Entro en el dormitorio bañado por la suave luz de la tarde sin despegar la vista de la alfombra, como si entrase en la caverna de medusa. Evito las cunas. De algún modo sé que no están allí.
Hay otra cama que Regulus colocó ahí para pasar las noches con ellos. Me acerco con mucho cuidado. Le oigo respirar.


-Te quiero. Pase lo que pase, te quiero. Aunque olvide todo lo que soy.


Alzo la vista.


Mi mundo se congela.


Esperaba sentir odio. Esperaba perder la razón. Esperaba querer matarles.
En lugar de eso los ojos se me llenan de lágrimas y contengo un gemido de sorpresa. Duermes, abrazando a un niño contra tu pecho con cada brazo. Jamás me has parecido tan hermoso como ahora durmiendo con rostro de ángel, con el pelo negro revuelto, ocultando ligeramente tus ojos.


Y ellos... No puedo creer que haya una criatura en la faz de la tierra que pueda comparárseles en belleza. Y el hecho de adivinar tus rasgos en los suyos hace que me estremezca.


Dormís plácidamente, y soy incapaz de contener las lágrimas por más tiempo. Me arrodillo junto a la cama y simplemente os observo.


Os quiero.


A cada uno de vosotros.


Os quiero.


La luz es rojiza, del anochecer cuando tu voz me saca de mi trance.


-Deneb... ¿Estás bien?


Me limpio las lágrimas, esbozando una sonrisa ante tu tono preocupado.


-Jamás he estado mejor.

1 comentario:

  1. Siempre me has merecido.
    Desde el momento en que nos miramos por primera vez, siendo unos niños, todo lo que has hecho ha sido ganarte cada día más y más el hecho de que estemos juntos.
    Jamás te arrepientas de tus acciones, pues si las haces, su razón tienen.
    Y todas tus razones me parecen perfectas.
    Porque tú eres perfecta.
    Te amo, mon coeur

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