jueves, 29 de marzo de 2012

Diablo de la guarda.

Un relámpago plateado atravesó su cuello dejando una estela de sangre que salpicó mi rostro


Me quedé muy quieta, conteniendo el aliento mientras el robusto hombre que un segundo atrás  acariciaba con avidez mi cintura me miraba con las pupilas dilatadas de sorpresa y un grito mudo más de perplejidad que de pánico. Y es que la muerte no suele entrar en nuestros planes. (Aunque tengo asumido que yo soy ligeramente distinta a la mayoría.)

Cayó de rodillas a mis pies. La sangre manaba como un paño oscuro en torno a su cuello. Sabía que a ella no iba a gustarle que su sangre me hubiese manchado las mejillas. Era sanguinaria, pero eso no quería decir que cualquier tipo de sangre fuera bueno, ni siquiera aceptable, para su gusto. Al igual que el vino, tenía que seleccionar cuidadosamente su botella. La sangre de ese hombre no bastaría nunca para satisfacer su sed.

Su silueta surgió de las sombras, agarrando el cabello del hombre, obligándole a mirarme.

-Es hermosa, ¿verdad? Lo sé. Comprendo por qué querías poseerla. Es preciosa, y es mía.

Me estremecí. Un estertor ahogado surgió de la garganta del hombre. Jack sonrió de lado mientras las dos esmeraldas de sus ojos, clavados en mí. Se agachó para que su boca quedara a la altura del oído del hombre.

-Entiendo, es imposible mirarla y no desear poseería. Pero soy clemente. Merece la pena morir por ella, así que te dejaré mirarla mientras mueres.

Tiemblo. Los ojos del hombre se velan, pero siguen fijos en los míos. Entonces, con un movimiento rápido y letal, como el de una cobra, un segundo corte más profundo se abre en su garganta y el hombre muere en las manos de Jack. Le arroga a un lado y se acerca a mi, con el rostro ladeado. Sus ojos son dos frías hogueras verdes que buscan cualquier atisbo en mi rostro que le revele que siento. Sigo siendo un misterio para ella porque aún lo soy para mi misma. 

¿Qué debo sentir? Tiemblo, pero no de miedo. Tengo el corazón oprimido, pero no de pena. Golpea con fuerza mis costillas, pero no soy capaz de poner nombre a ninguna de las emociones que recorren cada centímetro de mi ser. Lentamente, exalo el aire que me quema en el pecho. Y ella sonríe.

Es un ángel de alas de sangre. Aunque cualquier comparación de ella con algo celestial es una herejía. Es inhumana, fría, astuta, magnética, protectora de la forma más retorcida y enfermiza. Es un diablo, mi diablo de la guarda. Y me protegerá de todo hasta que decida matarme.

No es un mal trato para alguien como yo.

Toma mi mano y la besa con cuidado antes de llevarme por las sombras. Escapando. Perdiéndonos por las más siniestras y oscuras calles de la más siniestra y oscura cuidad.

sábado, 24 de marzo de 2012

Secret

Es más fácil cuando te subestiman.

Sirius estaba montando una rabieta en toda regla de nuevo. Gritaba tan alto que me costaba concentrarme en peinar a la muñeca que sostenía en mi regazo. Se quejaba de mi, que no le gustaba, que no quería que estuviese en la casa, que no podían obligarlo a estar con una niña tan estúpida que ni siquiera sabía hablar.


Su idioma era seco, frío, sin la mínima elegancia o dulzura. Pero que no le gustase y que aun no lo hablase muy bien no quería decir que no lo entendiese. Comprendía cada una de las palabras que él decía, cada uno de los insultos y las frases también duras, que su madre le respondía. Pero era más fácil desconectar y dejar que pensasen que no sabía lo que decían.


Pero cuando las palabras le hicieron demasiado daño salió en silencio. No quería que la viesen llorar. Echaba de menos Francia. Echaba de menos a su abuela, su voz suave y dulce, sus abrazos, su olor...


Salió al jardín. Para variar estaba lloviendo, así que se quedó sentada bajo el porche. No había nada en ese país por el que ni siquiera mereciera estar en el mapa. 


-No te preocupes, es mejor que no les entiendas.-Dijo una voz amable y tímida.


Regulus estaba sentado en una esquina del porche, y no había reparado en él hasta ese momento. Tenía una sonrisa calmada, como si la comprendiese. Como si de verdad sintiese simpatía por ella.


-A mi me gustaría no entenderles la mayor parte del tiempo.


-Yo entiendo.


Sus ojos brillaron y en sus labios esbozó una sonrisa sorprendida.


-¿Por qué no lo has dicho antes?


-Nada que decir.-Respondí, torpemente, encogiéndome de hombros. La sonrisa de él se hizo un tanto traviesa. Sus ojos oscuros brillaron de un modo que me hizo sonreír a mi también. Quizá si que hubiera algo bueno en Inglaterra, después de todo.


-Eres lista. Deberías responderles algo. Que se queden sin saber que decir.-Negué suavemente.


-No digas nada a ellos.


-Esta bien, sí sigues hablando conmigo cuando no halla nadie.-Asentí, sintiéndome feliz por primera vez en esa casa.-Será nuestro secreto.


Me gustó esa palabra. Me gustó tener un secreto con ese chicos de ojos negros y cálidos.

jueves, 1 de marzo de 2012

Secreto

No creo que nadie, ni tus amigos, ni tu familia, ni siquiera tu melliza (que más bien parece tu siamesa), sepan en realidad lo especial que eres.

Lo intuyen, por supuesto. En cuanto alguien te observa cuidadosamente es inevitable que se de cuenta de lo diferente que eres a cualquier otro en realidad. Algo que va más allá de la extraña educación que has tenido, del aislamiento, de tu peculiar familia. Tienes un aura que no pasa desapercibida, todos lo intuyen, pero nadie se da cuenta en realidad de lo que significa.

Yo apenas lo concibo.

-Hola Arcturus.-El tintineo dulce de mi voz tiene el encanto suficiente para esconder el ligero temblor al pronunciar tu nombre. Tu hermana me fulmina con la mirada y yo me esfuerzo en ignorarla.

-Buenos días, Dom.

Asesinaría a cualquier otra persona que acortase así mi nombre, pero me encanta que seas tú quien lo haga. Sonrío en respuesta, haciendo que mi pelo rubio ondule como un velo dorado a cada paso.

-¿Qué tal el día?

-No ha sido gran cosa. Historia es aburrida, pero ahora nos toca Aritmancia. Me gusta bastante, así que posiblemente la mañana mejore.

Como si no me supiera de memoria tu horario. Como si no conociera tus asignaturas preferidas, las que menos te gustan y las notas que sacan.

-Eso espero.

-¿Qué tal tu mañana?

Se que es absurdo que mi pulso se acelere por una conversación tan banal como esta, y sin embargo lo hace. Eres mi droga, te necesito. Y cada vez necesito más de ti. Cada vez más. Cada vez más desesperadamente y me temo que nunca tendré suficiente.

Abro los labios para contestar cuando Hydra tironea de tí.

-¡No tenemos tiempo, vamos a llegar tarde!

Te despides con un gesto mientras ella te arrastra y yo contengo el aliento antes de apoyarme en la barandilla de la escalera y exalar un suspiro. ¿Cuantos años llevas robándome el aliento? ¿Cuantos millones de suspiros más vas a arrancarme?

-¡Dom!

Me giro demasiado rápido para recomponer mi expresión de sorpresa al verte volver atrás para buscarme. Tu voz es oscura y cálida, al igual que tus ojos. Los ojos más profundos que jamás halla visto. Secretos océanos de sombras por los que daría el alma a cambio de surcarlos.

-¿Si?

-Espera, un poco más.

Me miras como si compartiésemos un secreto. Como si fueramos cómplices de mis más inconfesables fantasías. Haces que me ruborice y me pierda.

-¿Qué? ¿A qué?

-Ya sabes. No queda mucho, lo prometo.

Y te vas haciendo que mis esperanzas más alocadas hagan latir desbocado este pobre corazón atenazado por el miedo